pablito escribió:CelEsteAmor la verdad aunque en muchas cosas no coincidimos realmente es muy copado leerla.-
Ya que se armo un debate lindo, sin animos de cortarlo, te hago una pregunta: ¿ Cual es tu opinion acerca de la denominada "izquierda nacional"? La verdad que para mi es un tema interesante , que ultimamente tomo cierta fuerza en algunos medios y en discuciones politicas.- Yo tengo mi posicion pero me interesaría saber cual es tu postura acerca de esto.-
Un fuerte abrazo.-
Para poder dar a entender mi opinión creo imprescindible explicar esas comillas, es decir, a qué se llama hoy izquierda y a qué derecha y centro. Algo que también intenté explicar en el uso del término "terrorista". ¿por qué? porque la confusión con que se los usa no es casual sino consecuencia de la propaganda capitalista. Entonces, inauguro el pre post para sufrimiento de algunos foristas quienes simplifican y reducen las ideas en forma siniestra y snob.
La resignificación de los términos “derecha” e “izquierda” y más aún sus prolongaciones “extremas” (la “ultraderecha” y sobre todo la “ultraizquierda”) tiene un carácter profundamente político: demarcar con claridad cual es el rango dentro del que está permitido moverse; delimitando cuáles son las diferencias e iniciativas que pueden ser toleradas en el marco de este régimen, y por supuesto, cuáles son las posiciones y actividades que se encuentran negadas y prohibidas y cuya defensa y ejecución serán motivo indiscutible de represión por parte de la clase dominante.
Por eso es que los representantes más ortodoxos de la burguesía, declarada y probadamente antipopulares son llamados por sus propios medios con términos moderados como “de centro” o “centroderecha”, incluyendo con ello a políticos reaccionarios, dictadores, empresarios, golpistas, oligarcas, represores … en fin, a toda la plana mayor de la reacción burguesa más recalcitrante, en la que se incluyen personajes como Patti, López Murphy, Menem, Aldo Rico, Cavallo, Blumberg, Lavagna, Macri, o Sobisch. Es el mismo rótulo que se utiliza habitualmente para calificar a los gobiernos más asesinos y proyanquis de América Latina (como es el del paramilitar Uribe en Colombia o el mexicano Calderón, responsable de decenas de asesinatos y desapariciones en Oaxaca) o aún a los jefes de estados imperialistas como EEUU, Inglaterra, Francia, Alemania, etc.
Y si como “centro” se presenta a lo más concentrado del capitalismo y sus esbirros, no habría razón para no creer con Clarín, La Nación o cualquier noticiero de radio o TV, que acérrimos defensores del sistema capitalista como Nilda Garré, Elisa Carrió, o Chacho Álvarez son las figuras de la “centroizquierda” en nuestro país, como lo son en el mundo Bachelet, Zapatero… o Tony Blair, cuyo apoyo al imperialismo (y particularmente a su política guerrerista) sólo es comparable con su fanática defensa de la explotación y el libre mercado.
Con estos parámetros, repetidos una y otra vez por los voceros de la burguesía, es absolutamente comprensible que el calificativo de “izquierda” sea guardado para aquellos defensores del régimen democrático que cuentan con un perfil público más moderado o populista. Así, según el escriba de turno, podremos hallar en este campo al banquero y candidato a vicejefe de gobierno por el kirchnerismo Carlos Heller, a los presidentes proyanquis Lula o Tabaré, o a su larga lista de imitadores que plantean la posibilidad de acceder a un “gobierno de los trabajadores” por medio de un camino electoral, pacífico y democrático. De hecho los mismos reformistas son calificados de “duros”, “sectarios” u otras yerbas en la medida que su política de adaptación democrática es acompañada por algún tipo de actividad sindical o lucha popular. Así sucede en la actualidad con todo el arco de la socialdemocracia argentina (PC, MST, PO, PCR, PTS, etc.) y el resto de las organizaciones populares que no han adoptado siquiera una identidad clasista o de izquierda (FPDS, CTD y MTD-AV, etc.) calificados por la prensa burguesa como piqueteros, movimientos o sindicatos “duros”, en tanto reclamen en la calle por derechos sociales postergados, por más que no sostengan un cuestionamiento efectivo al sistema de explotación, sino más bien caminos de adaptación al régimen burgués por medio del cooperativismo, la autogestión, el electoralismo, o directamente el acompañamiento a los partidos patronales en las direcciones burocráticas de los sindicatos o en las instituciones de gobierno.
A la primera “irregularidad” sobre el actual estado de cosas, la burguesía sale a la carga con la acusación de “ultraizquierdista”, alertando con ello que se están sobrepasando los límites de lo aceptado en su régimen de gobierno y que estará justificada cualquier acción represiva para garantizar su sometimiento. Los sectores más reaccionarios arrojan ese calificativo contra los gobiernos burgueses populistas, y el grupo mediático más importante de nuestro país se lo achaca incluso a las corrientes socialdemócratas y electoralistas que se separan del impulso liberal y proimperialista de sus gobiernos. No es para nada sorprendente entonces que cualquier reacción popular, aún la más mínima, un escrache, la resistencia a un desalojo, o el enfrentamiento contra la represión, sean tomados unánimemente como una acción “ultraizquierdista”, no sólo por todo el espectro de medios de comunicación oficiales, sino incluso por las corrientes reformistas que deben justificar su propia política de conciliación. Esta acusación se repite insistentemente, por ejemplo, sobre un grupo abiertamente nacionalista como Quebracho que niega cualquier vinculación con el programa socialista y los principios de la izquierda, y cuyas acciones se inscriben en el marco de la resistencia callejera.
Esta terminología pretende marcar los límites dentro del sistema actual, ya que desde la perspectiva de clase de la burguesía una acción de lucha popular es vista como un “desborde” y es motivo más que “justificado” para llevar adelante la represión y el encarcelamiento de los participantes.
Como está visto, en su categorización que va desde la “centroderecha” hasta la “ultraizquierda”, no incluye otra cosa que opciones de adaptación y disputa por dentro de los marcos del sistema democrático-burgués, tomando como “ultraizquierdistas” a los movimientos nacionalistas y las acciones espontáneas del pueblo y dejando afuera de su espectro a cualquier iniciativa de organización y lucha que tenga un carácter revolucionario. Por supuesto el reformismo pacifista y electoralista, no sólo repite sino que a veces hasta exagera estos mismos argumentos por el terror que le provoca ser confundido con cualquier iniciativa que pueda valerle la acusación de “antidemocrático” y que ponga en riesgo su personería jurídica partidaria.
Saludos
Las leyes son hechas por los ricos para poner un poco de orden a la explotación./Los pobres son los únicos cumplidores de leyes de la historia./Cuando los pobres hagan las leyes ya no habrá ricos. -Roque Dalton-