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Murió Alfonsin

Re: Murió Alfonsin

Notapor FeDe_PiRaTa » Lun Abr 06, 2009 10:33 am

celesteamor, si bien tenes razon en varios puntos.. creo que justo lo que pusiste en negrita no es lo peor..

para mi reducir el mandato presidencial de 6 a 4 años fue uno de los mejores aciertos de los ultimos tiempos.
aunque eso haya servido para que el innombrable fuera reelecto, eso no importa.. es minimo..
lo que importa es que ese cambio sirve para el futuro

con la intolerancia que hay en este pais NUNCA se podria terminar un mandato de 6 años, y eso ayudaria a los milicos..
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Re: Murió Alfonsin

Notapor jotabel » Lun Abr 06, 2009 3:08 pm

jajaj y despues nos tratan de bota e intolerantes a los que queremos la democracia de verdad ?
¿que mas represion que vivir bajo una dictadura de izquierda o derecha ?,¿ en que sistema hay mas represion y censura presos politicos fusilamientos picanas, donde no tenes derecho a voz, voto, quejas, protestas, movilizaciones etc. que los paises con regimen totalitarios ?
que sistema hubiera sido mejor ? ¿el reparte la miseria hasta llegar una gran solida miseria nacional mientras la casta de arriba tapados por la censura de los medios que ellos mismos estatizan viven como "reyes" ??
¿cual sistema reprime el incentivo al progreso del individuo, te condena por la fuerza a ser una determinada clase como si fueras "rebaños", donde el vivo recibe el mismo beneficio que el laburador, donde tu libertad( no libertinaje ) sino libertad cambia de dueño y pasa a ser un servil del estado con todo el poder, donde lo que ganaste deja de ser tuyo, donde tarde o temprano los totalitarismo termina siendo rechazado por todo el pueblo hasta revantar solo.
Si en Europa como tantos paises del mundo la democracia da resultados, por que caer en repetidos sistemas totalitarios y asesinos, que ni aun los que lo apoyan ideologicamente quicieran vivir ? .


Por eso y mucho mas Gracias Alfonsin !! No juzgaste a todos los culpables que se quicieron cagar en nuestra democracia, ¿pero que dejamos para el resto de America que no jugaron a los represores de izquierda y derecha que cometieron genocidios ??
Gracias Alfonsin por tener los huevos ser el primero en juzgar a los milicos en el momento donde estan todavia estos eran fuertes, ahora es mucho mas facil juzgar a represores como lo continua haciendo el Gobierno Nacional, pero que dejamos para Menem que indulto a los milicos junto a otras basuras humanas y terroristas como Firmenich y varios de sus seguidores que despreciaban tambien la democracia..
Me gustaria saber cuando muera Menem cuantas personas van a salir a reinvindicarlo ..






Asi que ahora se ensucia a los soldados de Malvinas? que tuvieron las guidas puestas para ir pelear una "guerra" contra un ejercito 10 veces mas poderoso por capricho de un borracho ? .
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Re: Murió Alfonsin

Notapor CelEsteAmor » Lun Abr 06, 2009 4:15 pm

FeDe_PiRaTa escribió:Fue uno de los mejores aciertos de los ultimos tiempos.
aunque eso haya servido para que el innombrable fuera reelecto, eso no importa.. es minimo..
lo que importa es que ese cambio sirve para el futuro

con la intolerancia que hay en este pais NUNCA se podria terminar un mandato de 6 años, y eso ayudaria a los milicos..


Con el pacto de Olivos, Alfonsín contribuyó al futuro, es cierto, contribuyó a la venta y la entrega del patrimonio de los argentinos, y contribuyó a la condena de millones a la más absoluta miseria.
Lo que para vos Fede, es mínimo, habiendo vivido esa época y las consecuencias que tuvo esa transa típica de las prácticas del partido radical, garantizar el menemato y su corte, no tiene excusa.

A quienes la muerte les trae verdadera congoja, les expreso respeto y sepan que no hay intención de heririlos, pero les pido que profundicen en la historia reciente, porque los medios la están contando mal y no me extraña para nada, va siendo cada vez más cierto eso de que nos dicen que llueve cuando nos están meando.

Saludos






.
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Re: Murió Alfonsin

Notapor lokin » Mar Abr 07, 2009 12:12 pm

Algún punto más para reconocerle al Dr. Alfonsín, no sé si alguien nombró, es la promulgación de la ley del Divorcio, frente a todos los reaccionarios y fachasos de la Iglesia, por suerte se sancionó la ley que permite divorciarse y volver a casarse, y no ceder frente a la ignorancia que predica la Iglesia Católica.
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Re: Murió Alfonsin

Notapor MAMELLI » Mar Abr 07, 2009 1:49 pm

La argentinidad como una de las bellas artes
Por Daniel Salzano

Su primera evidencia era el bigote. Raúl Ricardo Alfonsín cultivaba un bigote de librero, de profesor de instrucción cívica, de periodista, de tesorero de Audax Córdoba y de viejo correligionario. Todos tenemos una vieja foto familiar en blanco y negro donde aparece levantando una copa de sidra debajo de la parra.

Si abandono ahora mismo los bigotes del finado presidente radical, temo que nunca más tendré ocasión de mencionarlos, así es que, sepan perdonar pero voy a insistir con su mostacho, un bigotón de fabricación casera que en un momento de la historia nacional alcanzó un tipismo simbólico: Argentina, vieja y peluda, estrenaba un nuevo sistema pulmonar y su corazón era tan intenso como el ojo de un jaguar.

Un bigote como ese sólo se podía brotar tras muchos años de hablar de política en voz alta y en voz baja, tejiendo proyectos, cambiando las cartas por debajo de la mesa, viajando de incógnito, jaqueando adversarios y estrechando las manos de millones de argentinos. No era un bigote de padre. Ni de abuelo. Era el bigote del tío más querido del clan familiar, el más confiable, el que había probado las manzanas de la sabiduría, el que había llegado más lejos que todos los demás, el que había montado en camello, cenado con Felipe, almorzado con Mitterrand y desayunado con Rabin.

Además tenía un buen sentido del humor: cada vez que jugaba al chupino en la Casa Radical elegía como compañero a don Arturo Umberto Illia porque siempre estaba haciendo la seña de la vieja.

Ya no vienen bigotes como el suyo. Ni quedan políticos así. Nos fuimos al mazo, tío. Estamos en estado de transición permanente. Y las transiciones, sabemos por experiencia, suelen ser tan tristes como esas horas muertas en las que la gente espera algo que no llega nunca, trenes que ni siquiera llegan a salir de su origen o esas palabras que a mitad de camino se desploman.

En Argentina nacemos genéticamente cargados con cuatro referencias esenciales: Fangio nació en Balcarce, Yupanqui en Pergamino, Jairo en Cruz del Eje y Alfonsín en Chascomús, el edén del pejerrey. En serio. Abrís el grifo del agua en el hotel y seguro que aparece un pejerrey.

Menos él, todo el mundo pescaba en Chascomús. Él no, porque, desde chico, libró un severo combate contra el asma. Tan severo que le trazó una línea fisural en el pulmón y nunca se la terminaron de remendar.

Repitió tercer grado.

La vida de algunos hombres se puede medir a partir de sus fisuras.

Solamente los despistados de Chascomús le decían Gallego. Pero ni él ni su papá habían nacido en España. El gallego había sido su abuelo, Serafín.

¡Alfonsín, Alfonsín, el nieto de Serafín!

Obra ante mí un carpetón cargado de recortes y en muy pocos se pueden leer comentarios sobre su vida privada: cinco hermanos, una boda y seis retoños. La pesca no lo atraía pero el cine le gustaba. Especialmente las películas de Ingrid Bergman. No deja de ser un consuelo saber que por lo menos a uno de nuestros presidentes lo volvía loco Casablanca.

Leía el Titbits.

En alguna otra ocasión hablaremos del Titbits.

Después de finiquitar sus estudios de Derecho se envició con la lectura de Krause.

En alguna otra ocasión hablaremos de Krause.

A ver, astrólogo, decí que Alfonsín era de Piscis.

A ver, astrólogo, decí que Piscis era de Alfonsín.

Los nacidos bajo el signo de Alfonsín son cordiales, cotidianos, pacientes, muy pacientes, responsables, retóricos, sarcásticos, emprendedores y nocturnales. Una gota de mala leche no les vendría nada mal para triunfar en política. Alfonsín la tenía, pero descremada.

A los piscianos no se los conoce por sus acciones, sino por la mirada. Nada ni nadie podrán arrancarles el dolor de saber que con ellos la rueda zodiacal termina de girar. Hay un pescadito que se quiere ir y hay otro que se quiere quedar.

Con el alejamiento de Alfonsín de la Casa Rosada acabó un ciclo, desapareció un estilo y la mitad más uno del país se convirtió en lo que no era. Aunque ya vamos aprendiendo.

A los 17 años debutó en una tribuna popular jugando de local en Chascomús. El nieto de Serafín no era un gran orador, pero finalmente convencía.

Primero la democracia, ciudadanos, y después, solitos, sin que los llamen, llegan las cloacas, los cuadernos, la penicilina y el puchero.

El reseco gaznate nacional recibió aquellas palabras suyas como un Malbec mendocino muy seco y saludable.

Yo voté a Alfonsín porque tenía razón. Pero mucho más lo voté porque lo quería. "Venceremos los males con amor" (L. Zukofsky, "Ferdinand", 1970).

Ya llevaba un tiempo largo R. A., República Argentina, fajándose con los años, el destino y la vieja línea fisural. No había más que verlo en los retratos: angustiante, dolorosa, evidente e irrecuperablemente envejecido. Para disimular los temblores apoyaba las manos sobre la tapa del escritorio y para sosegar la insubordinación del párpado izquierdo giraba la cabeza como para llamar al mozo. Pero no estaba en el bar. Y, además, le habían prohibido el café. Su bigotón ya no era el del tío Raúl sino el del abuelo Serafín, una foquita.

Había alcanzado, sin embargo, la belleza de la seriedad.

Con él desaparece el último director espiritual de la nación.

¡Qué grandes hombres podríamos ser los argentinos y qué extraordinarios amigos!

¿Fracasó el nieto de Serafín?

Del fracaso, en todo caso, podría decirse lo mismo que decían los estoicos de la muerte: no hay que temerla ni desearla porque, como la misma muerte, es inevitable. Y además no importa.

Yo lo conocí en Madrid, cuando todavía se parecía al tesorero de Audax Córdoba: camisa celeste, saco azul y corbata de casamiento. Todavía no era presidente y viajaba con frecuencia a la España del cambio para visitar a Felipe González en horarios de trasnoche. Felipe era radical y Alfonsín era socialista. Esas cosas se sabían al despuntar los ’80.

Cada vez que viajaba a España de incógnito, vivía de prestado en la casa de un amigo radical de 100 octanos que le facilitaba el escritorio para que atendiera a las visitas. Para entrevistarlo tenías que conocer al amigo. O al amigo del amigo del amigo.

En alguna otra ocasión hablaremos de sus enemigos.

Primero el bigotón, después las ojeras y en tercer lugar un inocente aroma a colonia Fulton.

Esas son las tres cosas que se imponen en mi memoria cuando introduzco la clave de Alfonsín.

Recuerdo que en aquel despacho improvisado había solamente dos sillas. En una estaba él y en la otra un gato de 10 kilos que parecía llevar instalado ahí toda la vida. A mí me correspondía la silla del gato.

–Siéntese, por favor.

Pero yo no me animaba a meterme con el mishi.

–Siéntese, no se quede parado ahí.

–Es que esta silla está ocupada, doctor.

Alfonsín se levantó, estudió la situación y dirigiéndose al gato le dijo: "Fuera, Lolo". Pero el gato no le hizo caso.

Estaba claro que Alfonsín, como yo, no veía con buenos ojos a aquella bestia negra de mirada luciferina. Cuando Alfonsín volvió a insistir con su fórmula intimatoria –¡Fuera, Lolo!–, el gato dio dos saltos, ping ping, atravesó el escritorio y ocupó su silla. Ahora era él quien estaba jodido.

Hicimos el reportaje de parado. La argentinidad al palo.

Antes de irme le anoté el teléfono de mi viejo. Cuando vuelva lo llamo, prometió. Y cumplió. Mi papá, para entendernos, llevaba en un ojo de la billetera el retrato de mamá y en el otro el de Arturo Umberto Illia.

¿Cómo despedir correctamente a un hombre que llamó por teléfono a mi viejo para decirle que después de las elecciones se acabarían las desgracias?

No se me ocurre otra manera que recitando el prólogo de la Constitución.

Coro de voces: "Constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".

A él le hubiera gustado.
"Las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio". Onetti
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Re: Murió Alfonsin

Notapor jotabel » Mar Abr 07, 2009 2:17 pm

Ley del divircio a me parece bien la Ley, pero por suerte el Doctor Alfonsin no fue tan chiflado como para apobar o avanzar por la ley del aborto legal como y el peloton de mentiras que se podrian enumerar 1 x 1 creadas x organizacones abortistas para avalar este asesinato, organizaciones ingnorantes abortistas muchos "ateos" que eso de la vida humana en primer lugar se la pasan por el traste, pero predican derechos humanos .
Me alegra que se critique a la iglesia catolica por que es super criticable en un monton de cosas y algunas sectores se creen dueño de Dios( asi mismos si tendriamos que criticar puntos de religiones asiaticas y orientales no terminamos mas) pero en muchos puntos con el tiempo los valores de la biblia y no los agregados por la iglesia sino los de la Biblia le esta refregando en la cara a esta sociedad moderna , que cree que se la sabe toda; que hay valores que por que se fueron perdiendo y asi todos estamos como estamos,y vamos a donde hacia donde vamos, si una pendeja de 10 años hoy no tiene relaciones con otra mina u con un flaco para la sociedad moderna es una estipida y retrograda hoy en dia (no importan que clase de bestia que tiene al frente si la quiere o no ) sino no se drogan a los 12 años no son macho, si no manejas chupado sos anticuado, si no pelas un fierro o una punta enle barrio no sos macho.. y asi, una cosa es caer en la moralina absurda y otra cosa es la estupidez humana que solo perjudica su vida misma, la de sus familiares y amigos, asi esta la sociedad llena de vivos y modernos .
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Re: Murió Alfonsin

Notapor jotabel » Mar Abr 07, 2009 2:25 pm

MAMELLI escribió:La argentinidad como una de las bellas artes
Por Daniel Salzano

Su primera evidencia era el bigote. Raúl Ricardo Alfonsín cultivaba un bigote de librero, de profesor de instrucción cívica, de periodista, de tesorero de Audax Córdoba y de viejo correligionario. Todos tenemos una vieja foto familiar en blanco y negro donde aparece levantando una copa de sidra debajo de la parra.

Si abandono ahora mismo los bigotes del finado presidente radical, temo que nunca más tendré ocasión de mencionarlos, así es que, sepan perdonar pero voy a insistir con su mostacho, un bigotón de fabricación casera que en un momento de la historia nacional alcanzó un tipismo simbólico: Argentina, vieja y peluda, estrenaba un nuevo sistema pulmonar y su corazón era tan intenso como el ojo de un jaguar.

Un bigote como ese sólo se podía brotar tras muchos años de hablar de política en voz alta y en voz baja, tejiendo proyectos, cambiando las cartas por debajo de la mesa, viajando de incógnito, jaqueando adversarios y estrechando las manos de millones de argentinos. No era un bigote de padre. Ni de abuelo. Era el bigote del tío más querido del clan familiar, el más confiable, el que había probado las manzanas de la sabiduría, el que había llegado más lejos que todos los demás, el que había montado en camello, cenado con Felipe, almorzado con Mitterrand y desayunado con Rabin.

Además tenía un buen sentido del humor: cada vez que jugaba al chupino en la Casa Radical elegía como compañero a don Arturo Umberto Illia porque siempre estaba haciendo la seña de la vieja.

Ya no vienen bigotes como el suyo. Ni quedan políticos así. Nos fuimos al mazo, tío. Estamos en estado de transición permanente. Y las transiciones, sabemos por experiencia, suelen ser tan tristes como esas horas muertas en las que la gente espera algo que no llega nunca, trenes que ni siquiera llegan a salir de su origen o esas palabras que a mitad de camino se desploman.

En Argentina nacemos genéticamente cargados con cuatro referencias esenciales: Fangio nació en Balcarce, Yupanqui en Pergamino, Jairo en Cruz del Eje y Alfonsín en Chascomús, el edén del pejerrey. En serio. Abrís el grifo del agua en el hotel y seguro que aparece un pejerrey.

Menos él, todo el mundo pescaba en Chascomús. Él no, porque, desde chico, libró un severo combate contra el asma. Tan severo que le trazó una línea fisural en el pulmón y nunca se la terminaron de remendar.

Repitió tercer grado.

La vida de algunos hombres se puede medir a partir de sus fisuras.

Solamente los despistados de Chascomús le decían Gallego. Pero ni él ni su papá habían nacido en España. El gallego había sido su abuelo, Serafín.

¡Alfonsín, Alfonsín, el nieto de Serafín!

Obra ante mí un carpetón cargado de recortes y en muy pocos se pueden leer comentarios sobre su vida privada: cinco hermanos, una boda y seis retoños. La pesca no lo atraía pero el cine le gustaba. Especialmente las películas de Ingrid Bergman. No deja de ser un consuelo saber que por lo menos a uno de nuestros presidentes lo volvía loco Casablanca.

Leía el Titbits.

En alguna otra ocasión hablaremos del Titbits.

Después de finiquitar sus estudios de Derecho se envició con la lectura de Krause.

En alguna otra ocasión hablaremos de Krause.

A ver, astrólogo, decí que Alfonsín era de Piscis.

A ver, astrólogo, decí que Piscis era de Alfonsín.

Los nacidos bajo el signo de Alfonsín son cordiales, cotidianos, pacientes, muy pacientes, responsables, retóricos, sarcásticos, emprendedores y nocturnales. Una gota de mala leche no les vendría nada mal para triunfar en política. Alfonsín la tenía, pero descremada.

A los piscianos no se los conoce por sus acciones, sino por la mirada. Nada ni nadie podrán arrancarles el dolor de saber que con ellos la rueda zodiacal termina de girar. Hay un pescadito que se quiere ir y hay otro que se quiere quedar.

Con el alejamiento de Alfonsín de la Casa Rosada acabó un ciclo, desapareció un estilo y la mitad más uno del país se convirtió en lo que no era. Aunque ya vamos aprendiendo.

A los 17 años debutó en una tribuna popular jugando de local en Chascomús. El nieto de Serafín no era un gran orador, pero finalmente convencía.

Primero la democracia, ciudadanos, y después, solitos, sin que los llamen, llegan las cloacas, los cuadernos, la penicilina y el puchero.

El reseco gaznate nacional recibió aquellas palabras suyas como un Malbec mendocino muy seco y saludable.

Yo voté a Alfonsín porque tenía razón. Pero mucho más lo voté porque lo quería. "Venceremos los males con amor" (L. Zukofsky, "Ferdinand", 1970).

Ya llevaba un tiempo largo R. A., República Argentina, fajándose con los años, el destino y la vieja línea fisural. No había más que verlo en los retratos: angustiante, dolorosa, evidente e irrecuperablemente envejecido. Para disimular los temblores apoyaba las manos sobre la tapa del escritorio y para sosegar la insubordinación del párpado izquierdo giraba la cabeza como para llamar al mozo. Pero no estaba en el bar. Y, además, le habían prohibido el café. Su bigotón ya no era el del tío Raúl sino el del abuelo Serafín, una foquita.

Había alcanzado, sin embargo, la belleza de la seriedad.

Con él desaparece el último director espiritual de la nación.

¡Qué grandes hombres podríamos ser los argentinos y qué extraordinarios amigos!

¿Fracasó el nieto de Serafín?

Del fracaso, en todo caso, podría decirse lo mismo que decían los estoicos de la muerte: no hay que temerla ni desearla porque, como la misma muerte, es inevitable. Y además no importa.

Yo lo conocí en Madrid, cuando todavía se parecía al tesorero de Audax Córdoba: camisa celeste, saco azul y corbata de casamiento. Todavía no era presidente y viajaba con frecuencia a la España del cambio para visitar a Felipe González en horarios de trasnoche. Felipe era radical y Alfonsín era socialista. Esas cosas se sabían al despuntar los ’80.

Cada vez que viajaba a España de incógnito, vivía de prestado en la casa de un amigo radical de 100 octanos que le facilitaba el escritorio para que atendiera a las visitas. Para entrevistarlo tenías que conocer al amigo. O al amigo del amigo del amigo.

En alguna otra ocasión hablaremos de sus enemigos.

Primero el bigotón, después las ojeras y en tercer lugar un inocente aroma a colonia Fulton.

Esas son las tres cosas que se imponen en mi memoria cuando introduzco la clave de Alfonsín.

Recuerdo que en aquel despacho improvisado había solamente dos sillas. En una estaba él y en la otra un gato de 10 kilos que parecía llevar instalado ahí toda la vida. A mí me correspondía la silla del gato.

–Siéntese, por favor.

Pero yo no me animaba a meterme con el mishi.

–Siéntese, no se quede parado ahí.

–Es que esta silla está ocupada, doctor.

Alfonsín se levantó, estudió la situación y dirigiéndose al gato le dijo: "Fuera, Lolo". Pero el gato no le hizo caso.

Estaba claro que Alfonsín, como yo, no veía con buenos ojos a aquella bestia negra de mirada luciferina. Cuando Alfonsín volvió a insistir con su fórmula intimatoria –¡Fuera, Lolo!–, el gato dio dos saltos, ping ping, atravesó el escritorio y ocupó su silla. Ahora era él quien estaba jodido.

Hicimos el reportaje de parado. La argentinidad al palo.

Antes de irme le anoté el teléfono de mi viejo. Cuando vuelva lo llamo, prometió. Y cumplió. Mi papá, para entendernos, llevaba en un ojo de la billetera el retrato de mamá y en el otro el de Arturo Umberto Illia.

¿Cómo despedir correctamente a un hombre que llamó por teléfono a mi viejo para decirle que después de las elecciones se acabarían las desgracias?

No se me ocurre otra manera que recitando el prólogo de la Constitución.

Coro de voces: "Constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".

A él le hubiera gustado.


:!: Escribe muy bien Daniel Salzano mi viejo lo leia mucho tambien.
unico punto malo que tiene Salzano es que es gallina :evil: ..
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Re: Murió Alfonsin

Notapor raulo » Mar Abr 07, 2009 2:44 pm

MAMELLI escribió:La argentinidad como una de las bellas artes
Por Daniel Salzano

Su primera evidencia era el bigote. Raúl Ricardo Alfonsín cultivaba un bigote de librero, de profesor de instrucción cívica, de periodista, de tesorero de Audax Córdoba y de viejo correligionario. Todos tenemos una vieja foto familiar en blanco y negro donde aparece levantando una copa de sidra debajo de la parra.

Si abandono ahora mismo los bigotes del finado presidente radical, temo que nunca más tendré ocasión de mencionarlos, así es que, sepan perdonar pero voy a insistir con su mostacho, un bigotón de fabricación casera que en un momento de la historia nacional alcanzó un tipismo simbólico: Argentina, vieja y peluda, estrenaba un nuevo sistema pulmonar y su corazón era tan intenso como el ojo de un jaguar.

Un bigote como ese sólo se podía brotar tras muchos años de hablar de política en voz alta y en voz baja, tejiendo proyectos, cambiando las cartas por debajo de la mesa, viajando de incógnito, jaqueando adversarios y estrechando las manos de millones de argentinos. No era un bigote de padre. Ni de abuelo. Era el bigote del tío más querido del clan familiar, el más confiable, el que había probado las manzanas de la sabiduría, el que había llegado más lejos que todos los demás, el que había montado en camello, cenado con Felipe, almorzado con Mitterrand y desayunado con Rabin.

Además tenía un buen sentido del humor: cada vez que jugaba al chupino en la Casa Radical elegía como compañero a don Arturo Umberto Illia porque siempre estaba haciendo la seña de la vieja.

Ya no vienen bigotes como el suyo. Ni quedan políticos así. Nos fuimos al mazo, tío. Estamos en estado de transición permanente. Y las transiciones, sabemos por experiencia, suelen ser tan tristes como esas horas muertas en las que la gente espera algo que no llega nunca, trenes que ni siquiera llegan a salir de su origen o esas palabras que a mitad de camino se desploman.

En Argentina nacemos genéticamente cargados con cuatro referencias esenciales: Fangio nació en Balcarce, Yupanqui en Pergamino, Jairo en Cruz del Eje y Alfonsín en Chascomús, el edén del pejerrey. En serio. Abrís el grifo del agua en el hotel y seguro que aparece un pejerrey.

Menos él, todo el mundo pescaba en Chascomús. Él no, porque, desde chico, libró un severo combate contra el asma. Tan severo que le trazó una línea fisural en el pulmón y nunca se la terminaron de remendar.

Repitió tercer grado.

La vida de algunos hombres se puede medir a partir de sus fisuras.

Solamente los despistados de Chascomús le decían Gallego. Pero ni él ni su papá habían nacido en España. El gallego había sido su abuelo, Serafín.

¡Alfonsín, Alfonsín, el nieto de Serafín!

Obra ante mí un carpetón cargado de recortes y en muy pocos se pueden leer comentarios sobre su vida privada: cinco hermanos, una boda y seis retoños. La pesca no lo atraía pero el cine le gustaba. Especialmente las películas de Ingrid Bergman. No deja de ser un consuelo saber que por lo menos a uno de nuestros presidentes lo volvía loco Casablanca.

Leía el Titbits.

En alguna otra ocasión hablaremos del Titbits.

Después de finiquitar sus estudios de Derecho se envició con la lectura de Krause.

En alguna otra ocasión hablaremos de Krause.

A ver, astrólogo, decí que Alfonsín era de Piscis.

A ver, astrólogo, decí que Piscis era de Alfonsín.

Los nacidos bajo el signo de Alfonsín son cordiales, cotidianos, pacientes, muy pacientes, responsables, retóricos, sarcásticos, emprendedores y nocturnales. Una gota de mala leche no les vendría nada mal para triunfar en política. Alfonsín la tenía, pero descremada.

A los piscianos no se los conoce por sus acciones, sino por la mirada. Nada ni nadie podrán arrancarles el dolor de saber que con ellos la rueda zodiacal termina de girar. Hay un pescadito que se quiere ir y hay otro que se quiere quedar.

Con el alejamiento de Alfonsín de la Casa Rosada acabó un ciclo, desapareció un estilo y la mitad más uno del país se convirtió en lo que no era. Aunque ya vamos aprendiendo.

A los 17 años debutó en una tribuna popular jugando de local en Chascomús. El nieto de Serafín no era un gran orador, pero finalmente convencía.

Primero la democracia, ciudadanos, y después, solitos, sin que los llamen, llegan las cloacas, los cuadernos, la penicilina y el puchero.

El reseco gaznate nacional recibió aquellas palabras suyas como un Malbec mendocino muy seco y saludable.

Yo voté a Alfonsín porque tenía razón. Pero mucho más lo voté porque lo quería. "Venceremos los males con amor" (L. Zukofsky, "Ferdinand", 1970).

Ya llevaba un tiempo largo R. A., República Argentina, fajándose con los años, el destino y la vieja línea fisural. No había más que verlo en los retratos: angustiante, dolorosa, evidente e irrecuperablemente envejecido. Para disimular los temblores apoyaba las manos sobre la tapa del escritorio y para sosegar la insubordinación del párpado izquierdo giraba la cabeza como para llamar al mozo. Pero no estaba en el bar. Y, además, le habían prohibido el café. Su bigotón ya no era el del tío Raúl sino el del abuelo Serafín, una foquita.

Había alcanzado, sin embargo, la belleza de la seriedad.

Con él desaparece el último director espiritual de la nación.

¡Qué grandes hombres podríamos ser los argentinos y qué extraordinarios amigos!

¿Fracasó el nieto de Serafín?

Del fracaso, en todo caso, podría decirse lo mismo que decían los estoicos de la muerte: no hay que temerla ni desearla porque, como la misma muerte, es inevitable. Y además no importa.

Yo lo conocí en Madrid, cuando todavía se parecía al tesorero de Audax Córdoba: camisa celeste, saco azul y corbata de casamiento. Todavía no era presidente y viajaba con frecuencia a la España del cambio para visitar a Felipe González en horarios de trasnoche. Felipe era radical y Alfonsín era socialista. Esas cosas se sabían al despuntar los ’80.

Cada vez que viajaba a España de incógnito, vivía de prestado en la casa de un amigo radical de 100 octanos que le facilitaba el escritorio para que atendiera a las visitas. Para entrevistarlo tenías que conocer al amigo. O al amigo del amigo del amigo.

En alguna otra ocasión hablaremos de sus enemigos.

Primero el bigotón, después las ojeras y en tercer lugar un inocente aroma a colonia Fulton.

Esas son las tres cosas que se imponen en mi memoria cuando introduzco la clave de Alfonsín.

Recuerdo que en aquel despacho improvisado había solamente dos sillas. En una estaba él y en la otra un gato de 10 kilos que parecía llevar instalado ahí toda la vida. A mí me correspondía la silla del gato.

–Siéntese, por favor.

Pero yo no me animaba a meterme con el mishi.

–Siéntese, no se quede parado ahí.

–Es que esta silla está ocupada, doctor.

Alfonsín se levantó, estudió la situación y dirigiéndose al gato le dijo: "Fuera, Lolo". Pero el gato no le hizo caso.

Estaba claro que Alfonsín, como yo, no veía con buenos ojos a aquella bestia negra de mirada luciferina. Cuando Alfonsín volvió a insistir con su fórmula intimatoria –¡Fuera, Lolo!–, el gato dio dos saltos, ping ping, atravesó el escritorio y ocupó su silla. Ahora era él quien estaba jodido.

Hicimos el reportaje de parado. La argentinidad al palo.

Antes de irme le anoté el teléfono de mi viejo. Cuando vuelva lo llamo, prometió. Y cumplió. Mi papá, para entendernos, llevaba en un ojo de la billetera el retrato de mamá y en el otro el de Arturo Umberto Illia.

¿Cómo despedir correctamente a un hombre que llamó por teléfono a mi viejo para decirle que después de las elecciones se acabarían las desgracias?

No se me ocurre otra manera que recitando el prólogo de la Constitución.

Coro de voces: "Constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".

A él le hubiera gustado.


Que buen articulo!!!

gran descubrimiento pancho...
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raulo
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Re: Murió Alfonsin

Notapor Nesta » Mié Abr 08, 2009 11:26 am

CelEsteAmor escribió:Si bien la mayoría de los foristas no vive en Buenos Aires, cualquiera que haya tenido que atravesar la ciudad el miércoles a la tarde se dio cuenta que tardaba tres veces lo habitual. ¿Se les ocurrió reparar en que, al día siguiente, los diarios titularían “Multitudinaria Despedida”, y no “Caos de Tránsito”, como cuando son los trabajadores los que salen a la calle? :shock:

La cureña que trasladó el féretro de Raúl Alfonsín fue acompañada por otros tantos muertos vivos de la política argentina, como Enrique “Coti” Nosiglia, Fernando De la Rua , Federico Storani, Aníbal Ibarra, Antonio Cafiero, Leopoldo Moreau, Facundo Suárez Lastra, Marcelo Stubrin, y hasta Graciela Fernández Meijide. Todos dijeron, más o menos, lo mismo. Democracia, libertad, constitución, paz, tolerancia, humildad, honradez, derechos humanos. Hasta se permitieron justificar, como Fernández Meijide, el dictado de las leyes de la impunidad con la vieja y corroída excusa de la “defensa de las instituciones” .

Pero, pidiendo que no se confunda la muerte con la santificación y el bronce olvidando los actos de un sujeto POLÍTICO que gobernó nuestra nación: ¿quién era, de verdad, el que se murió?

El presidente que vino a continuar el proyecto económico que se escribió con sangre durante la última dictadura, a través del Plan Austral, de la economía de guerra y del Plan Primavera. El que inició el proceso de privatización de las empresas públicas, como ENTEL, el que llevó el país a la híper inflación, con precios que aumentaban un 1% diario. El presidente de los saqueos y el estado de sitio, que mandó 2.000 gendarmes para reprimir a los trabajadores hambreados que buscaron comida en los supermercados de Rosario, y detuvo, sólo en el conurbano bonaerense, centenares de personas a disposición del P. E. N. en un solo día.

El presidente de los presos políticos, los de su propio gobierno, y los que heredó de la dictadura, a los que el padre de la democracia hizo cumplir las condenas que dictaron los jueces de la dictadura. El defensor de la paz, que autorizó el uso militar de fósforo blanco y nunca se hizo cargo de los torturados, asesinados y desaparecidos de La Tablada.

El presidente de los dos demonios, del juicio chico y limitado a los comandantes para lavarle la cara al resto del aparato represivo y a los que casi no se nombra, sus mandantes civiles. El tolerante y humilde que nos deseó Felices Pascuas, después de pactar con los represores a los que llamó Héroes de Malvinas.

El presidente del punto final y la obediencia debida.

El presidente de la masacre de Budge, la de Solano, la de Villa Albertina. El presidente cuyo gobierno acusó de subversivos a los primeros militantes antirrepresivos y familiares de víctimas del gatillo fácil que empezaban a organizarse para denunciar esa política de estado.

El gran republicano que abandonó la presidencia, igual que lo haría otro correligionario en 2001. El enamorado de la constitución y defensor de las instituciones, que, para asegurarse un rato más cerca del calor del poder, pactó en Olivos la reforma más oportunista de la historia constitucional argentina. El gran estadista, que se cansó de trenzar y destrenzar, el que inventó la Alianza , el que primero mandó a Cobos a aliarse con el peronismo, después lo echó de su partido, y ahora lo trataba de recuperar porque el voto no positivo sigue midiendo bien en las encuestas.

¿El Padre de la Democracia? , dijeron todos los que fueron a llorarlo en cámaras. Sin duda, el padre de esta democracia, la democracia que genera más pobres, explotados y reprimidos, la democracia de la mano dura. La democracia de los presos y perseguidos políticos, la democracia que reprime trabajadores. La democracia del gatillo fácil y la tortura.


Excelente!!!. Una grande CelEsteAmor, así se habla con conocimiento y fundamento.

¡¡¡Siempre estaremos con el subsuelo de la patria sublebada!!!, ¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!.
Nesta
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