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Los Huevos del General Belgrano

Los Huevos del General Belgrano

Notapor Gallego » Lun Sep 20, 2010 9:19 am

Estimados, si tienen 10 minutos lean el siguiente relato al cumplirse 198 años de la asombrosa Batalla de Tucumán que ganó Manuel Belgrano. Desde aquel entonces la impronta de la garra, el corazón y la pasión estaban presentes en la sangre del prócer que hasta el día hoy tenemos los que amamos a nuestro Belgrano. Que lo disfruten.


El milagro de las langostas
Jorge Fernández Díaz
LA NACION

Sábado 18 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa




Vea usted: teníamos todo para perder aquel día, pero igual nos moríamos de ganas por salir a degollar. Todavía no había amanecido, y el general iba y venía dando órdenes en lo oscuro. Cualquiera de nosotros, la simple soldadesca de aquella jornada, sabía que nuestro jefe no tenía ni puta idea sobre táctica y estrategia militar. Que era hombre de libros y de leyes, pero que había aceptado obediente el reto de conducir el Ejército del Norte y pararles el carro a los godos. También sabíamos, de oídas, que al enemigo lo manejaba con rienda corta un americano traidor: Pío Tristán, nacido en Arequipa e instruido en España; nos venía pisando los talones con 3000 milicos imperiales y habíamos tenido que vaciar y quemar Jujuy para dejarles tierra arrasada. Muy triste, vea usted. Fue en los primeros días de agosto de 1812. Y el general les ordenó a los pobladores que tomaran lo que pudieran y destruyeran todo lo demás. Le digo la verdad: el que se retobaba podía ser fusilado sin más trámite. No había muchas alternativas. Ayudamos a arrear el ganado y a quemar las cosechas. Yo mismo lo vi con estos mismos ojos, señor: al final cuando no quedaba nada ni nadie Belgrano salió a caballo de la ciudad y se puso a la cabeza de la columna. Ibamos en silencio, con sabor amargo, y tuvimos que cruzar tiros cuando una avanzada de los españoles jodió a nuestra retaguardia a orillas del río Las Piedras. El general mandó a la caballería, a los cazadores, los pardos y los morenos. Meta bala y aceros. Y al final, a los godos no les daban las piernas para correr, señor, se lo juro. Sospechábamos que nos habían atacado con muy poco, pero nosotros veníamos de capa caída: darles esa leña y salir victoriosos fue un golpe de orgullo.
Voy a decirle la verdad: cuando Belgrano se hizo cargo éramos un grupo de hombres desmoralizados, mal armados y mal entretenidos. Y al llegar a Tucumán no crea que habíamos mejorado mucho, aunque marchábamos con la moral en alto. Ahí lo tiene a ese doctorcito de voz aflautada: nos acostumbró a la disciplina y al rigor, y nos insufló ánimo, confianza y dignidad. Aunque en las filas no nos chupábamos el dedo, señor. Pío Tristán nos perseguía con legiones profesionales, sabía mucho más de la guerra y caería sobre nosotros de un momento a otro.
Nos enteramos por un cocinero que incluso el gobierno de Buenos Aires le había dado la orden a Belgrano de no presentar batalla y seguir hasta Córdoba. Pero el general había resuelto desobedecer y hacerse fuerte en Tucumán. Adelantó oficial y tropas con la misión de que avisaran al pueblo que ya entraban para conquistar el apoyo de las familias más importantes y también para reclutar a todo hombre que pudiera empuñar un arma. Había pocos fusiles, y casi no teníamos sables ni bayonetas, así que cuatrocientos gauchos con lanzas y boleadoras pusieron mucho celo en aprender los rudimentos básicos de la caballería. Nosotros los mirábamos con desconfianza, para qué le voy a mentir. "¿Y estos pobres gauchos qué van a hacer cuando los godos se nos vengan encima?". La teníamos difícil, no sé si se da cuenta. Y estuvimos algunos días fortificando la ciudad, armando la defensa, cavando fosos y trincheras, y haciendo ejercicios. "Voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza para concluir con honor", les dijo Belgrano a sus asistentes. La noticia corrió como reguero de pólvora. No tiene usted idea lo que es aguardar la muerte, noche tras noche, hasta el momento de la verdad. Le viene a uno un sabor metálico a la boca, se le clava un puñal invisible en el vientre y se le suben, con perdón, los cojones a la garganta. Uno no piensa mucho en esas horas previas. Sólo desea que empiece la acción de una vez por todas y que pase nomás lo que tenga que pasar.
El general finalmente nos puso en movimiento en la madrugada del 24. Avanzamos en silencio absoluto hasta un bajío llamado Campo de las Carreras y ahí estábamos juntando orina y con ganas de salir a degollar cuando apareció el sol y comprobamos que los tres mil imperiales nos tenían a tiro de cañón.
Miré por primera vez a Belgrano en ese instante crucial, señor, y lo vi pálido y decidido. Hacía tres días nomás le había enseñado a la infantería a desplegar tres columnas por izquierda mientras la pobre artillería se ubicaba en los huecos. Era la única evolución que habían ejercitado en la ciudad. Pero los infantes lo hicieron a la perfección, como si no fueran bisoños sino veteranos. El general ordenó entonces que avanzara la caballería y que tocaran paso de ataque: los infantes escucharon aquel toque y calaron bayoneta. Y antes o después, no lo recuerdo, dispuso Belgrano que nuestra artillería abriera fuego. Varias hileras de maturrangos se vinieron abajo. Volaban pedazos de cuerpos por el aire y se escuchaban los alaridos de dolor.
No puedo contarle con exactitud todos esos movimientos porque fueron muy confusos. Sepa nomás que los godos nos doblaban en número, pero que igualmente les arrollamos el ala izquierda y el centro. Y que su ala derecha nos perforó a los gritos y a los sablazos. Tronaban los cañones y levantaba escalofríos el crepitar de la fusilería. Todo se volvió un caos. Nos matábamos, señor mío, con furia ciega y no se imagina usted lo que fue la entrada en combate de los gauchos. Cargaron a la atropellada, lanzas enastadas con cuchillos y ponchos coloridos, pegando gritos y golpeando ruidosamente los guardamontes. Parecían demonios salidos del infierno: atropellaron a los godos, los atravesaron como si fueran mantequilla, los pasaron por encima, llegaron hasta la retaguardia, acuchillaron a diestra y siniestra, y se dedicaron a saquear los carros del enemigo. Eran brutos esos gauchos. Brutos y valientes, pero aquel saqueo los distrajo y los dispersó. Diga que los vientos estaban ese día de nuestra parte. Y esto que le refiero no es sólo una figura, señor. Es la pura realidad. Vea usted: en medio de la reyerta se arma un ventarrón violento que sacude los árboles y levanta una nube de polvo. Y no me lo va a creer pero antes de que llegara el viento denso vino una manga de langostas. De pronto se oscureció el cielo, señor. Miles y miles de langostas les pegaban de frente a los españoles y a los altoperuanos que les hacían la corte. Los paisanos más o menos sabían de qué se trataba, pero los extranjeros no entendían muy bien qué estaba ocurriendo. Dios, que es criollo, los ametrallaba a langostazos. Parecía una granizada de disparos en medio de una polvareda enceguecedora. Le juro que no le miento. Un apocalipsis de insectos, viento y agua misteriosa, porque también empezó a llover. Nuestros enemigos creían que éramos muchos más que ellos y que teníamos el apoyo de Belcebú. Muchos corrían de espanto hacia los bosques. Y con tanto batifondo, sabe qué, apenas nos dimos cuenta de que nuestra derecha estaba siendo derrotada y que armaban un gran martillo para atacarnos por ese flanco.
Nosotros, que estábamos un poco deshechos, nos encontramos entonces en el medio del terreno y haciendo prisioneros a cuatro manos. Unos y otros nos habíamos perdido de vista, y el general cabalgaba preguntando cosas y barruntando que las líneas estaban cortadas. Se cruzaba con dispersos de todas las direcciones y los interrogaba para entender si la batalla estaba ganada o perdida. Y todos le respondíamos lo mismo: "Hemos vencido al enemigo que teníamos al frente". Belgrano permanecía grave como si nos hubiéramos vuelto locos o si le estuviéramos metiendo el perro. Ya no se oía ni un tiro, y mientras nuestro jefe regresaba a la ciudad, Tristán trataba de rearmarse en el sur. La tierra estaba llena de sangre y de cadáveres, y de cañones abandonados. Pero el peligro seguía siendo tanto que muchos patriotas debieron replegarse sobre la plaza, ocupar las trincheras y prepararse para resistir hasta la muerte. Creyendo aquel miserable godo que era dueño de la situación intimó una rendición y advirtió que incendiaría la ciudad si no se entregaban. Nuestra gente le respondió que pasarían a cuchillo a los cuatrocientos prisioneros. Ya sabían adentro que Belgrano venía reuniendo a la caballería.
Pasamos la noche juntando fuerzas, cazando godos, despenando agónicos y pertrechándonos en los arrabales. No tengo palabras para narrarle cómo fueron aquellas tensas horas. Una batalla que no termina es un verdadero suplicio, señor. Anhelábamos de nuevo que saliera el sol para que fuera lo que Dios quisiera. Era preferible morir a seguir esperando.
Al romper el sol, el general había juntado a 500 leales. No se oían ni los pájaros aquella madrugada del 25 de septiembre, y el jefe mandó entrar por el sur y formar frente a la línea del enemigo. Estábamos cara a cara y a campo traviesa. Eramos parejos y, después de tanta matanza, ahora el asunto estaba realmente para cualquiera. Fue Belgrano quien esta vez intimó una rendición. Les proponía a los realistas la paz en nombre de la fraternidad americana. Tristán le contestó que prefería la muerte a la vergüenza. Presuntuoso hijo de la gran puta, nos rechinaban los dientes de la bronca. "Han de estar nerviosos -dijo mi teniente-. Cuando un gallo cacarea es que tiene miedo."
Miramos a Belgrano esperando la orden de carga, pero el doctorcito tenía un ataque de prudencia. Tal vez pensara que no estaba garantizada una victoria, y que no podía arriesgarse todo en un entrevero. En esos aprontes y dudas estuvimos todo el santo día, maldiciéndolo por lo bajo y agarrados a nuestras armas. Por la noche los españoles se dieron a la fuga. Habían perdido 61 oficiales. Dejaban atrás más de seiscientos prisioneros, 400 fusiles, siete piezas de artillería, tres banderas y dos estandartes. Y lo principal: 450 muertos. Nosotros habíamos perdido 80 hombres y teníamos 200 heridos.
Belgrano ordenó que los siguiéramos y les picáramos la retaguardia. Los realistas iban fatigados, con hambre y sed, y en busca de un refugio. Y nosotros los perseguíamos dándoles sable y lanza, y escopeteando a los más rezagados. No le cuento las aventuras que vivimos en esas horas, entre asaltos y degüellos, entrando y saliendo, ganando y perdiendo, porque se me seca la boca de sólo recordarlo, señor mío.
Regresamos a Tucumán con sesenta prisioneros más y muchos compañeros nuestros rescatados de las garras de los altoperuanos. Eramos, en ese momento, la gloriosa división de la vanguardia, y al ingresar a la ciudad, polvorientos y cansados, vimos que el pueblo tucumano marchaba en procesión y nos sumamos silenciosamente a ella. Allí iba el mismísimo general Belgrano, que era hombre devoto, junto a Nuestra Señora de las Mercedes y camino al Campo de las Carreras, donde los gauchos, los infantes, los dragones, los pardos y los morenos, los artilleros y las langostas habíamos batido al Ejército Grande.
Créame, señor, que yo estaba allí también cuando el general hizo detener a quienes llevaban a la Virgen en andas. Y cuando, ante el gentío, se desprendió de su bastón de mando y se lo colocó a Nuestra Señora en sus manos. Un tucumano comedido comentó, en un murmullo, que la había nombrado Generala del Ejército, y que Tucumán era "el sepulcro de la tiranía". La procesión siguió su curso, pero nosotros estábamos acojonados por ese gesto de humildad. Había desobedecido al gobierno y se había salido con la suya contra un ejército profesional que lo doblaba en número y experiencia, pero el general no era vulnerable a esos detalles, ni al orgullo ni a la gloria. No se creía la pericia del triunfo. Le anotaba todo el crédito de la hazaña a esa Virgen protectora, y no tenía ni siquiera la precaución de disimularlo ante el gentío.
Nosotros tampoco sabíamos, la verdad, que habíamos salvado la revolución americana, ni que el cielo había guiado el juicio de nuestro estratega ni que Dios había mandado aquellos vientos y aquellas langostas. Recuerde: éramos la simple soldadesca y no creíamos en milagros. Veníamos de merendar godos y altoperuanos por la planicie y todo lo que queríamos en ese momento era un vaso de vino y un lugar fresco a la sombra. Pero mirábamos a ese jefe inexperto y frágil y lo veíamos como a un gigante. Y lo más gracioso, vea usted, es que a pesar del cuero curtido y el corazón duro de cualquier soldado viejo, a muchos de nosotros empezaron a corrernos las lágrimas por el morro. Porque Belgrano era exactamente eso. Un gigante, señor. Un gigante.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor Huevo » Lun Sep 20, 2010 10:32 am

Excelente artículo Gallego. Es un honor que llevemos el nombre de semejante persona. Que orgullo es ser hincha de Belgrano.

Belgrano no tenía, como él mismo lo ha dicho, grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido.
-General José María Paz-
"Esto es Belgrano...esto no es pa' cualquiera".

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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor francab » Lun Sep 20, 2010 11:18 am

Muy buen relato!!

Bien elegido el nombre por Arturo Orgaz :D

Porque Belgrano era exactamente eso. Un gigante, señor. Un gigante.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor pirataenmadrid » Lun Sep 20, 2010 5:26 pm

Que pena que en nuestra querida patria hayan proliferado tanto hombre y nombre a quienes nunca les interesaron las causas justas, sociales, la humildad y el bien de su nación.
Afortunadamente, aunque a cuentagotas, tenemos la memoria de los verdaderos próceres, como el Doctor Manuel Belgrano y el General Don José de San Martín, INTACHABLES por donde se los quiera mirar.
Esto es lo que hay que fomentar en las nuevas generaciones, seguir estos ejemplos, los únicos que nos pueden devolver la nación que se soñó en 1810.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor gauchopirata » Lun Sep 20, 2010 5:27 pm

Jorge Cafrune - Orejano - Ya tiene comisario el pueblo

Yo se que en el pago me tienen idea
porque a los que mandan no les cabresteo,
porque dispreciando las huellas ajenas
se abrirme camino pa' dir donde quiera.

Porque no me han visto lamber la coyunta
ni andar hociqueando pa' hacerme de un peso
y saben de sobra que soy duro e' boca
y no me asujeta ni un freno mulero.

Porque cuando tengo que cantar verdades
las canto derecho nomás, a lo macho,
aunque esas verdades amuestren bicheras
donde naides creiba que hubiera gusanos.

Porque el copetudo de riñón cubierto
pa' quien no usa leyes ningún comesario
lo trato lo mesmo que al que solo tiene
chiripá d' bolsa pa' taparse el rabo.

Porque no me enyenan con cuatro mentiras
los maracanaces que vienen del pueblo
a elogiar divisas ya desmerecidas
y hacernos promesas que nunca cumplieron.

Porque cuando truje mi china pal' rancho
me he olvidao que hay jueces pa' hacer casamiento,
y que nada vale la mujer mas guena
si su hombre por ella no ha pagao derechos.

Porque a mis gurises los he criado infieles
aunque el cura chille que iran al infierno,
pues de nada valen los que solo saben
estar todo el dia pirichando el cielo.

Porque aunque no tengo donde caerme muerto
soy mas rico que esos que ensanchan sus campos
pagando en sancocho de tumbas resecas
al pobre peon que deja los bofes cinchando

Por eso en el pago me tienen idea,
porque entre los ceibos estorba un quebracho,
porque a tuitos eyos le han puesto la marca
y tienen envidia al verme orejano.

Y a mi que me importa, soy chucaro y libre!
no sigo a caudillos ni en leyes me atraco
y voy por los rumbos clareaos de mi antojo
y a naides preciso pa' hacerme baqueano.

http://www.youtube.com/watch?v=wOiOrlJVJyo
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor gauchopirata » Lun Sep 20, 2010 9:03 pm

Jorge Cafrune - Coplas del Payador Perseguido

Con permiso voy a entrar aunque no soy convidao
pero en mis pagos un asado no es de naides y es de todos
yo voy a cantar a mi modo después que haya churrasqueao.

Yo se que muchos dirán que peco de atrevimiento
si largo mi pensamiento pal rumbo que ya elegí
pero... siempre he sido así, galopiador contra el viento.

La sangre tiene razones que hacen engordar las venas
pena sobre pena y pena hacen que uno pegue el grito
la arena es un puñadito, pero hay montañas de arena.

No se si mi canto es lindo o si saldrá medio triste
nunca fuí zorzal ni existe, plumaje mas ordinario
yo soy pájaro corsario que no conoce el alpiste.

Vuelo porque no me arrastro, que el arrastrarse es la ruina
anido en árbol de espina lo mesmo que en cordillera,
sin escuchar la zonzera del que vuela lo gallina.

No me arrimo así nomá, a los jardines floridos
sin querer vivo alvertido pa no pisar el palito
hay pájaros que solitos se entrampan por presumidos.

Aunque mucho eh traqueteado no me engrilla la prudencia
es una falsa experiencia vivir temblándole a todo
cada cual tiene su modo, la rebelión es mi ciencia.

Yo soy de los del montón, no soy flor de invernadero
igual que el trébol campero crezco sin hacer barullo,
me apreto contra los yuyos y así lo aguanto al pampero.

Acostumbrado a las sierras yo nunca me se marear
y si me siento a alabar me voy yendo despacito,
pero aquel que es compadrito paga pa hacerse nombrar.

Si me dicen señor agradezco el homenaje
mas soy gaucho entre el gauchaje y soy nadie entre los sabios
y son para mi los agravios que le hagan al paisanaje.

La vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta
es preciso estar alerta manejando el asador
pero no falta el varón que la riega hasta en su puerta.

El trabajo es cosa buena, es lo mejor de la vida
pero la vida es perdida trabajando en campo ajeno
unos trabajan de trueno, y es para otros la llovida.

El estanciero presume de gauchismo y arrogancia
el cree que es extravagancia que su peón viva mejor.
mas no sabe ese señor que por su peón tiene estancia.

El que tenga sus reales hace muy bien en cuidarlos
pero si quiere aumentarlos que a la ley no se haga el sordo
que en todo puchero gordo los choclos se vuelven malo.

Yo vengo de muy abajo y muy arriba no estoy
al pobre mi canto doy y así lo paso contento
porque estoy en mi elemento y ahí valgo por lo que soy.

Cantor que canta a los pobres ni muerto se ha de callar
pues ande vaya a para el canto de ese cristiano,
no ha de faltar el paisano que lo haga resucitar.

Si alguna vuelta he cantado ante panzudos patrones
he picaneado las razones profundas del pobrerío
yo no traiciono a los míos por palmas y patacones.

Si uno canta coplas de amor, de potros, de domador,
del cielo y de las estrellas
dicen que cosa mas bella, si canta que es un primor!

Pero si uno como Fierro por ahi se larga opinando
el pobre se va acercando con las orejas alertas
y el rico vicha la puerta y se aleja reculando.

Tal vez alguien haya rodado tanto como rodé yo
pero le juro créamelo!, que ví tanta pobreza
que yo pensé con tristeza, Dios por aquí y no pasó.

Nadie podrá señalarme que canto por amargao
si he pasao las que he pasao quiero servir de advertencia
el rodar no sera cencia, pero tampoco es pecao.

Amigos voy a dejarlos
está mi parte cumplida
en la forma preferida de una milonga pampeana
canté de manera llana ciertas cosas de la vida.

Ahura me voy no sé adonde
pa mí todo rumbo es bueno
los campos con ser ajenos los cruzo de un galopito
guarida no necesito yo se dormir al sereno.

Y aunque me quiten la vida
o engrillen mi libertad
o aunque chamusquen quizá
mi guitarra en los fogones
han de vivir mis canciones en el alma de los demás.

No me nuembren que es pecao
y no comenten mis trinos
yo me voy con mi destino pal lao donde el sol se pierde
tal vez alguno se acuerde que aquí cantó un argentino.

http://www.youtube.com/watch?v=FO1TFkaC ... re=related
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor augusto_CAB » Mar Sep 21, 2010 2:04 am

Porque BELGRANO tiene aguante, SE LA BANCA DONDE VA!♫
Con Jiménez y con Belgrano el que no agita es un amargo.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor paolo » Jue Sep 23, 2010 12:21 am

No es por ser hincha justamente de Belgrano, pero para mi en particular.. Belgrano fue el unico proser que vale la pena recordarlo.

Abogado, Periodista, Canciller, El unico que se encargo de proponer un gobierno patrio( el que hizo todo los "papeles" digamos), militar, economista, educador, etc.
Que dono la plata de la batallas de salta y tucuman para construir escuelas, y hace poco se construyo.
Murio pobre, su velorio.. costo apenas un peso.

Osea, es el unico que vale la pena.. y recordarlo con Orgullo.

Siempre en el colegio, se destacar San Martin, Sarmiento y Colon.. y los tres fueron matones, al mismo nivel que hitler.. asi que imaginense.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor pablito » Vie Sep 24, 2010 3:21 pm

Comparar San Martin con hittler paolo? No te parece que se te fue un poco la mano?
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor paolo » Vie Sep 24, 2010 10:33 pm

pablito escribió:Comparar San Martin con hittler paolo? No te parece que se te fue un poco la mano?


Obviamente, que comparándolo.. uno lleva mas ventaja que otro.

Pero a los asesinos, hay que ponerlos al mismo nivel.

Si mato a 1, o a 100... es un Asesino.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor pablito » Sab Sep 25, 2010 1:50 am

paolo escribió:
pablito escribió:Comparar San Martin con hittler paolo? No te parece que se te fue un poco la mano?


Obviamente, que comparándolo.. uno lleva mas ventaja que otro.

Pero a los asesinos, hay que ponerlos al mismo nivel.

Si mato a 1, o a 100... es un Asesino.


Ya desbarrancamos totalmente.-
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor ValverdeJ » Vie Oct 15, 2010 7:13 pm

Raro que nombre a San Martín, Sarmiento y Colón y no nombre a Roca.
Sobre San Martín no comparto, pero bueno.

Sobre el artículo, muy bueno, y es un honor llevar el nombre BELGRANO.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor paolo » Sab Oct 16, 2010 10:41 pm

Totalmente, pero ese sujeto, no solo fue asesino... si no un GRAN choro.
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor francab » Dom Oct 17, 2010 6:07 pm

Ya que nombraron a Roca, y desvirtuando totalmente :roll: , increible que a ese tipo le den el reconocimiento de ponerlo en los billetes de $100 (ademas de escuelas, calles y plazas..); pero hay 5 tipos de billetes y las caras deberian ser personajes emblematicos de nuestra historia y no al "Cristobal Colon argentino" :?
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Re: Los Huevos del General Belgrano

Notapor ValverdeJ » Dom Oct 17, 2010 8:04 pm

Bueno, la calle julio argentino roca y la av colón fueron tapadas con papel y cinta, cuando pasó por esas calles se ven que quedan los rastros de cinta, había puesto nombre de tribus indigenas.
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