La soberbia del matrimonio presidencial destruyó la actividad económica, paralizó la inversión y destrozó las ilusiones de millones de familias argentinas.
Cuando la presidente Cristina Fernández de Kirchner tuvo la mala idea de referirse a la soja como el “yuyito” y su marido la peor idea de enfrentarse a muerte con el campo, ambos cometieron el error de su vida. Un error que no sólo los destruyó políticamente, sino que, además, llevó la economía a la parálisis que hoy estamos viendo. Tal vez, si hubiesen leído un pequeño texto escrito por Leonard Reed 50 años atrás y titulado “Yo, el lápiz” hubieran advertido que el camino que tomaban los conduciría al fracaso.
En ese famoso ensayo, Leonard Reed explica todo el complejo sistema económico que tiene que funcionar para fabricar un simple lápiz de grafito. En principio, alguien tiene que dedicarse a la forestación para producir la madera que se utilizará para fabricar el lápiz.
Otro tendrá que elaborar las máquinas y herramientas para talar los árboles. Un tercero tendrá que generar los insumos para crear esas máquinas y herramientas: acero, caucho para los neumáticos y plástico, entre otros. Alguien deberá invertir en cemento para construir las rutas que permitan transportar, primero, la materia prima y, luego, el producto terminado.
También alguien deberá invertir para extraer el grafito. Para ello, tendrá que contratar mano de obra, instalar una fábrica y comprar equipos y herramientas. Otro deberá estar dispuesto a asignar capital para fabricar la pintura para terminar el lápiz. Nuevamente, fabricar la pintura exigirá contratar mano de obra, comprar productos químicos, transportarlos, empacarlos, comercializarlos y distribuirlos.
En síntesis, Reed demuestra que la producción de un simple lápiz de grafito requiere de infinidad de tareas, decisiones de inversión y creación de puestos de trabajo que nadie coordina. Simplemente, la gente va tomando decisiones en base a los precios que se pagan en el mercado por cada uno de los insumos necesarios para producir el lápiz y lleva adelante su tarea. En libertad y sin que ningún mandamás le esté pegando con un látigo para que produzca como si fuera un esclavo.
El mensaje de Leonard Reed en ese pequeño ensayo consistió en mostrar cuán complejo es el sistema de asignación de recursos. Al mismo tiempo, demostró cómo la capacidad de innovación y la libertad económica permiten ir compaginando todas las tareas hasta producir un simple lápiz de grafito, compaginación que ninguna mente humana podría, por sí sola, llevar a cabo, ni siquiera con la ayuda de la computadora más potente que pudiera existir.
Sin tener en cuenta estas enseñanzas, la soberbia de Néstor Kirchner lo llevó a creer que su subordinado Guillermo Moreno podía, por medio de la fuerza bruta, asignar los recursos productivos de acuerdo al capricho de su patrón. Fue así que, en lo que hace al sector agropecuario en particular, lo primero que hicieron fue meterse con la producción y comercialización de carne. Consiguieron destruir la industria ganadera y, con ella, a una serie de actividades ligadas a la misma, lo que generó desocupación. A continuación, destrozaron la industria láctea y la producción de trigo. Vemos ahora que, de acuerdo a estimaciones privadas, la Argentina –el país de las vacas y el trigo– podría llegar sembrar menos trigo que 100 años atrás.
Curiosas las vueltas de la vida: mientras la presidente repite sin parar que gracias a su marido y a ella la Argentina creció, en los últimos 6 años, como nunca había crecido en los últimos dos siglos (si sigue así va a remontarse al descubrimiento de América), la realidad indica que por culpa de los Kirchner la producción nacional de trigo bajó a los niveles de principios del siglo XX y el país perdió el liderazgo en la exportación de carne vacuna en manos de Brasil y Uruguay. Dicho en otras palabras, si Néstor hubiese gobernado alguna nación árabe productora de petróleo, seguro que fundía dicha actividad y, obviamente, también al país.
Ante tanta soberbia en la pretensión del conocimiento de qué hay que producir, a qué precios hay que vender los productos y de qué calidad hay que producirlos, Néstor consiguió que los productores fueran desplazando su producción hacia la soja. La actividad ganadera, láctea, trigo y girasol dejaron de ser negocio porque Néstor así lo decidió con su intervencionismo.
Claro, la recomendación lógica frente a tanto populismo era producir algo que no tuviera que ver con el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Es decir, producir algo que si aumentaba de precios no le molestara a Néstor porque no afectaba el IPC dibujado del INDEC.
Pero resulta que su ambición por la caja también lo llevó a meterse con el “yuyito” y la mandó a Cristina a demonizarlo. La 125, la negativa a bajar la retención a las exportaciones del yuyito, la farsa de federalismo de coparticipar el 30% de lo que se recaude por derechos de exportación del yuyito, todo conspira contra su producción y comercialización.
¿Qué consiguieron con todo esto?
Paralizar la economía, perder recaudación, caja y poder político.
Al atacar al sector agropecuario frenaron la demanda de fertilizantes y la compra de maquinarias.
¿Cuántos puestos de trabajo se han perdido, no solo en el sector agropecuario, sino en otras industrias?
El productor no compra maquinaria agrícola. El fabricante de maquinaria agrícola no sabe qué hacer con sus empleados y operarios.
No compra insumos para producir, lo cual afecta a otras industrias y sus puestos de trabajo.
El productor, ante las pérdidas que le producen Néstor, deja de comprar autos.
El concesionario de autos vende menos y despide personal. Cierran los locales de las concesionarias y el dueño que le alquilaba el local se queda sin ingresos, con lo cual disminuye su consumo afectando los comercios que antes le vendían algo al dueño del local.
Como los concesionarios venden menos autos, las fábricas automotrices producen la mitad o menos de lo que producían el año pasado. Les sobran empleados y, en cualquier momento, comienzan los despidos. Sus empleados ya no reciben ingresos por horas extras y, por lo tanto, tienen menor capacidad de demanda.
Al producirse menos autos, se demanda menos acero. Las fábricas de acero están frenadas, con riesgos de pérdidas de trabajo en el sector. Como producen menos acero, demandan menos materias primas. Al comprar menos materias primas se contratan menos fletes, con lo cual, las empresas transportistas tienen menos trabajos. Lo que, a su vez, los lleva a no renovar sus unidades. Compran menos camiones.
El ataque al yuyito y al campo también redujo en 1.000.000 de viajes menos el transporte de granos. Los camioneros tienen menos trabajo. Al tener menos trabajo consumen menos. Compran menos ropa, calzado, salidas a comer afuera, etc.
Los fabricantes de neumáticos ven que, al fabricarse menos autos y camiones, tienen menos trabajo. Nuevamente, sobra gente en el sector.
En los pueblos, la tienda de electrodomésticos vende cada vez menos. El carpintero, el pintor y el albañil no tienen trabajo porque el productor frenó toda mejora en sus campos y la gente que vive en los pueblos no tiene suficientes ingresos para encargarles trabajos.
El gerente de la sucursal bancaria del pueblo observa que cada hay menos trabajo porque la gente no hace operaciones. Así, el sistema financiero se reduce a simples transacciones: se pagan la luz, el gas y algunas otras cuentas. ¿Para qué necesita el banco un empleado que venda créditos si no hay quienes lo demanden? ¿Para qué precisa un analista de créditos si no hay a quién prestarle, ni qué prestarle? El resultado: menos puestos laborales en los bancos.
Los dueños del bar, del restaurante y del hotel ven con tristeza cómo hay cada vez menos trabajo porque la gente del pueblo no tiene la plata (ni las ganas) para salir a comer y cada vez hay menos viajantes que llegan a los pueblos para alojarse allí. ¿Qué van a venderles a los productores los comerciantes de programas de computación, fertilizantes y demás insumos si nadie quiere ni puede comprar nada? ¿Para qué hacer kilómetros de ruta de pueblo en pueblo para intentar vender nuevos insumos si no hay demanda gracias a Néstor?
En toda esta locura de paralización económica generada por el matrimonio Kirchner, hay un dato que no es menor. Decía antes que, en un momento, convenía producir cualquier cosa que no influyera en el IPC para que Moreno, por orden de su superior Néstor, no se metiera en el negocio. La soja era el refugio ideal porque prácticamente no se consume internamente. Sin embargo, ¿cuál fue el mensaje que envío Néstor al expoliar a los productores de soja y librar una batalla personal por el tema? El mensaje fue para toda la sociedad y consistió en lo siguiente: “Estamos tan hambrientos de plata que cualquiera que tenga utilidades será objeto de nuestro voracidad”.
El resultado es que, luego de ver lo que hicieron con el yuyito, nadie quiere invertir un peso en un país gobernado por un autócrata que se cree que él sabe mejor que cada uno de nosotros qué hay que producir, cómo hay que producirlo y comercializarlo y cuánto tiene que ganar cada uno. Su comportamiento destruyó actividades económicas enteras, destrozó los puestos de trabajo, hizo aumentar la pobreza y la indigencia y destruyó algo que no es económicamente mensurable: las ilusiones de millones de familias que soñaban mejorar gracias a su esfuerzo personal.
A la luz de las barbaridades que ha hecho Kirchner, el famoso ensayo de Leonard Reed, redactado 50 años atrás para explicar cómo la producción de un simple lápiz genera una serie de actividades que mueven el conjunto de la economía sin necesidad de que ningún burócrata intervenga, hoy podría ser reescrito titulándolo: “Yo, el yuyito. Cómo Néstor dinamitó la economía argentina”. © http://www.economiaparatodos.com.ar
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Campo y desempleo, la odisea del planeta K
Por Fernando Laborda
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Domingo 18 de enero de 2009 | Publicado en edición impresa
En el soñado planeta K no deberían existir las temidas letras de molde, los presidentes podrían dar clases de periodismo y los hombres de prensa serían meros voceros del Gobierno. En ese reino del revés, una suerte de Ministerio de la Verdad, como el que describió George Orwell en su novela 1984, administraría los espacios radiales y designaría a los conductores a cargo de sus contenidos, las estadísticas del Indec no podrían ser refutadas en forma pública y la jefa del Estado podría mofarse de cuanto periodista osara formularle preguntas sobre su estado de salud. En ese planeta imaginario no habría cámaras televisivas para vicepresidentes molestos ni para dirigentes rurales que no acepten las dádivas oficiales, y los organismos de control estarían obligados al silencio. En ese mundo tan particular, el poder de la palabra quedaría reducido a la palabra del poder.
Desafortunadamente para quienes sueñan con ese mundo ideal, el propio fundador de su movimiento político admitió, muchos años atrás, que la única verdad es la realidad.
Ni la censura a las imágenes de Julio Cobos o de Alfredo De Angeli en el Festival de Doma y Folklore por el canal oficial de televisión, ni la probable rescisión anticipada del contrato del periodista Nelson Castro en una radio comprada por empresarios muy afines al kirchnerismo ayudan a un Gobierno que ha intentado hacer del progresismo su bandera y que hoy asiste a un desbande en sus filas de dirigentes otrora exhibidos como baluartes de la transversalidad.
La reaparición de Cristina Fernández de Kirchner, tras la lipotimia que la obligó a un descanso no pudo ser más desafortunada. El malestar presidencial frente a las variadas conjeturas que motivó su estado de salud ignoró que esas versiones surgieron porque la información oficial fue confusa e insuficiente. A tal punto que sólo ahora, y de boca de la propia Presidenta, los argentinos sabemos que sufre una hipotensión crónica.
Hubo otra gaffe presidencial cuando la primera mandataria le pidió a la gente que consuma porque, si no, se va a quedar sin trabajo. Fue un llamado inoportuno en momentos en que muchos hogares comenzaban a recibir las facturas de luz con aumentos siderales aprobados sin audiencias públicas, tan irrazonables e_SEnDes justo reconocerloe_SEnD como el congelamiento político de tarifas que se extendió durante todo el gobierno de Néstor Kirchner.
Si a la Presidenta la desvela el consumo popular, cabe preguntarse por qué no se emplea parte de la caja chica del poder en que se convirtieron los fondos de la Anses para pagarles a los jubilados lo que les correspondería en función de sus aportes. Seguramente, ese mayor ingreso de bolsillo se volcaría al consumo y el Estado recaudaría más. Pero el Gobierno ha optado por otra alternativa: que sean esos jubilados quienes financien el consumo de otros sectores.
El incipiente escenario recesivo se complica en términos políticos por el recrudecimiento del conflicto con el campo y por las dificultades socioeconómicas que empiezan a advertirse en el cordón agroindustrial del norte bonaerense y el sur de Santa Fe, que comprende San Nicolás, Villa Constitución y Rosario. Se ubican allí industrias como General Motors, Siderar y gran número de empresas metalúrgicas y autopartistas. Los procedimientos preventivos de crisis, obligatorios para las empresas antes de producir despidos, se han multiplicado desde que se inició este año.
El caso más sonado y preocupante a la vez ha sido el de la acerera Siderar, del grupo Techint, que anunció la postergación de inversiones y el despido de 2440 trabajadores. Según altas fuentes del Gobierno, el conflicto ya tiene solución. La empresa mantendría durante 60 días a esos trabajadores, de los cuales 2220 son obreros de la construcción, hasta que se inicie un plan de obras públicas convenido entre el municipio de San Nicolás y el gobierno nacional, que absorberá a ese personal.
Confidencialmente, desde la Casa Rosada se hace saber que los asuntos con el grupo Techint no terminan allí. El Gobierno se habría comprometido a gestionar ante Hugo Chávez la indemnización que el Estado venezolano le adeudaría a Techint por la nacionalización de la empresa Sidor. Pero espera que la multinacional argentina ayude al levantamiento del default que declaró Transportadora Gas del Norte (TGN), intervenida ahora por el Enargas. No se descarta, en medios empresariales, que el kirchnerismo esté buscando la salida de TGN del fondo Blue Ridge, accionista minoritario que compró la parte que pertenecía a CMS Gas Transmission y el juicio que ésta tenía contra la Argentina en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi).
A nadie extrañaría que el Poder Ejecutivo quisiera que esas acciones pasaran a manos de empresarios amigos o del propio Estado. Con la consigna de promover una burguesía nacional, el gobierno kirchnerista ha vivido presionando a grupos extranjeros con concesiones de servicios públicos privatizados para que dejaran su lugar a empresarios cercanos al poder político.
Como si recitaran un teorema, no pocos hombres de negocios admiten que en la era K, en lugar de tener el ciento por ciento de una compañía a la cual el regulador le pone trabas permanentes, puede ser preferible vender un 20 por ciento a un grupo afín al regulador y quedarse con el 80 por ciento de una empresa que tendría así resueltos los problemas regulatorios.
La líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, opina que esa estrategia gubernamental también está siendo aplicada contra el campo. Quieren pisar el precio para poder comprar la tierra y quedarse con su rentabilidad. Una vez que a la tierra la compren sus amigos, ahí sí que el Gobierno va a bajar las retenciones , afirmó.
De la mano de las protestas del sector rural, las teorías conspirativas han vuelto al Gobierno. Lo cierto es que el campo se ha transformado en el sector capaz de dividir las aguas en la política argentina en un año electoral. No sólo porque varios de sus dirigentes aspiran a postularse a bancas legislativas, sino porque también la política agropecuaria signará la campaña proselitista.
Esta vez el campo tiene razón . Esa frase de Daniel Scioli causó una onda expansiva similar al efecto de un meteorito sobre el planeta K. El mandatario bonaerense, como Carlos Reutemann y como cualquier gobernador de una provincia agrícola, podrá pactar con los Kirchner, pero no se inmolará por la causa kirchnerista.
No obstante, la declaración de Scioli no provocó malestar en el matrimonio presidencial. Su reacción era esperada y fue de alguna manera convalidada por el ministro del Interior, Florencio Randazzo, quien sugirió que si al campo le va mal, a la Argentina le irá mal .
La estrategia oficial pasa por llegar a los productores más allá de la posición de los dirigentes rurales. El Gobierno por momentos luce desesperado por recuperar algunos de los votos que perdió por el conflicto del año pasado con el campo. Pero por ahora no da en la tecla. Promete más ayuda económica, pero ni hablar de bajar las retenciones a la soja. El afán de venganza es más fuerte.
Junto a los pequeños productores, el kirchnerismo ha perdido el apoyo de dirigentes de izquierda -Miguel Bonasso, Jorge Ceballos, Vilma Ibarra-, algunos de los cuales acusan a Kirchner de haber comprado a la vieja política llave en mano . ¿Será la visita a Cuba que inicia hoy la Presidenta parte de un operativo para volver a seducirlos?
Sería una sorpresa que Cristina Kirchner le reclame a Raúl Castro una solución para los 200 presos políticos de la isla, o que demande el pago de la deuda que Cuba mantiene con la Argentina desde 1973 y que asciende a 2300 millones de dólares. Sí habrá un nuevo pedido por Hilda Molina, en el cual el Gobierno alberga un prudente optimismo, y un intento por saludar personalmente a Fidel Castro.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1090999
ESOS HABLAN DE LA ABUNDANCIA??:
Declaraciones juradas
Fuerte aumento del patrimonio de Kirchner
El año pasado creció casi seis millones; construyó un hotel
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Jueves 17 de enero de 2008 |
El último año de Néstor Kirchner en el poder fue el mejor para su economía personal: en 2007 aumentó su patrimonio en $ 5.781.195. Alcanzó así una fortuna de $ 17.824.941, casi 11 millones más de lo que tenía cuando llegó a la Casa Rosada, en mayo de 2003.
Según las declaraciones juradas que él y su esposa, la Presidenta, presentaron el viernes ante la Oficina Anticorrupción (OA), y que LA NACION obtuvo ayer, en el último año Kirchner incorporó a su patrimonio un edificio de 10 departamentos y un complejo turístico en Santa Cruz. Esa inversión le generó una deuda de $ 8.329.596.
Los ingresos del matrimonio presidencial también pegaron un gran salto durante 2007: pasaron de $ 3.964.862 a 7.027.806, en su mayoría producto de lo que percibe por el alquiler de sus inmuebles. En total, tiene 19 casas, 14 departamentos, 6 terrenos y dos locales, que suman $ 2.955.251. Las casas y los departamentos están casi todos en Río Gallegos, salvo una residencia en El Calafate y dos pisos en Buenos Aires.
En concepto de alquileres, percibió $ 276.793 en 2005, $1.380.448 en 2006 y $ 5.264.105 en 2007. En esos mismos años, sus propiedades estaban valuadas en $ 1.301.812, $ 2.246.109 y $ 3.018.057, respectivamente.
Tal vez como consecuencia de los ingresos por alquileres, también experimentaron un aumento notable sus depósitos bancarios, que en 2006 eran de $ 8.061.713 y que en 2007 alcanzaron los $ 13.515.021. De esa cantidad, $ 12.645.544 están en dólares, todo en bancos del país. En concepto de certificados de plazos fijos en dólares, el ex presidente obtuvo una ganancia de $ 1.171.809. De su sueldo como presidente y el de su esposa como senadora, Kirchner sumó ingresos por $ 239.892.
Para calcular el patrimonio de Kirchner y de su esposa, LA NACION sumó el conjunto de sus bienes y restó sus deudas. El valor de los inmuebles se obtuvo a partir de los valores de adquisición declarados y, en los casos en los que no figuraba el dato, se tomó en cuenta el valor fiscal, que en general es menor que el real. A eso se agregó la información sobre mejoras en sus inmuebles.
Lo declarado en este último casillero representa la cifra más abultada ($ 10.149.639) dentro del patrimonio total de los Kirchner. El matrimonio declaró mejoras por $ 9.182.666 en un terreno de 2100 metros cuadrados que tienen en El Calafate, la puerta de entrada al glaciar Perito Moreno y la ciudad que ellos eligen para descansar. El monto de esa mejora es similar a la deuda declarada para la construcción del hotel de los Kirchner, que pagarán sólo cuando las obras estén totalmente terminadas. Así lo informaron en una hoja aclaratoria que adjuntaron en las declaraciones juradas.
El terreno en El Calafate es el más grande de los seis que poseen en la ciudad turística. Lo compraron en 2002, por $ 162.444. El último que adquirieron, de 47.139 metros cuadrados, les salió más barato: lo pagaron $ 150.000, esto es $ 3,20 por metro cuadrado.
La compra de este lote, en 2006, coincidió con la creación de la sociedad anónima Los Sauces, de la que el matrimonio presidencial posee el 90 por ciento. Esa parte está valuada en $ 90.000, según el documento al que accedió LA NACION. Pero el ex presidente aún tiene que depositar un capital de $ 33.750. Los Kirchner también hicieron mejoras por $ 388.265 en su casa de Río Gallegos, escenario de protestas durante la crisis política que sufrió Santa Cruz en 2007.
Edificio propio
Otra adquisición que explica el aumento patrimonial es el edificio de 10 departamentos que se inauguró el año pasado en el centro de Río Gallegos y que se había construido en 2006. Son unidades de entre 36 y 50 metros cuadrados, de uno y dos ambientes, valuadas alrededor de $ 70.000 cada una. El complejo tiene dos plantas y está pintado de color maíz.
En todo el período presidencial, Kirchner y su esposa no cambiaron el auto: tienen dos Honda (un Civic y un CRV), modelos 2001 y 2002, con un valor estimado total de $ 95.000.
Buena parte de los bienes del matrimonio presidencial (15 casas, tres departamentos y un local) la obtuvieron entre 1977 y 1981, antes de su ingreso en la actividad política. Sólo a partir de 1999, durante el último mandato de Kirchner como gobernador de Santa Cruz, volvieron a ampliar su patrimonio.
De acuerdo con los datos consignados en una causa judicial por presunto enriquecimiento ilícito, en la que el ex presidente y la Presidenta fueron sobreseídos en marzo de 2005, uno de los mayores aumentos interanuales en el patrimonio presidencial se produjo en 2002. Al dictar la absolución, el juez federal Julián Ercolini invocó la explicación oficial: en 2001, antes de la devaluación, los Kirchner sacaron $ 1.815.274 del país y los depositaron en una cuenta en dólares del Deutsche Bank. Cuando el Presidente trajo de regreso sus ahorros a la Argentina (los depositó en el Banco de Tierra del Fuego), la disparada del dólar los había multiplicado. El magistrado no analizó el incremento de 2006 y 2007.
La declaración jurada de la Presidenta, la primera que presenta desde su llegada al poder, es, como corresponde en estos casos, igual a la de su esposo. Todo funcionario está obligado a enviar a la OA una declaración jurada en el momento de jurar y al final de cada año en el cargo. El material es de acceso público y así pudo obtenerlo LA NACION con un trámite que demoró apenas tres días hábiles.
LA NACION se comunicó ayer con la Unidad de Comunicación Presidencial para obtener una explicación más detallada del aumento del patrimonio de Kirchner, pero no hubo respuesta.
Por Gabriel Sued
De la Redacción de LA NACION
Con la colaboración de Mariela Arias, corresponsal en Santa Cruz