Sorry que llegue a la hora de los aplausos, pero esto de los fines de semana largo me aleja de las PCs.
Mi resumen de lo que le pasa al equipo y lo que nos pasa cuando vemos los partidos es la vieja historia de Dr Jekyll y Mr. Hyde. A mí me pasa que hay momentos en que quiero convertirme en un monstruo, me dejo llevar por los sentimientos, puteo a troche y moche, quiero destruir todo lo que tengo a mi alcance; pero después se me pasa el efecto, me vuelvo un tipo calmo y más pensante, y me doy cuenta que, aunque las cosas están lejos de ser color de rosa como muchos la ven y quieren hacérmelas ver, tampoco están todas pintadas de negro como otros tantos también pretenden inculcarme.
Del lado del monstruo, por ejemplo, se inscriben:
El buscar el chivo expiatorio en el árbitro cuando el tipo es insoportablemente soberbio pero en las jugadas clave acertó en todas. Por ejemplo, no hay ningún foul a
Lollo y es clarísimamente pelotuda la mano que hace
Luciano.
Viculado a lo anterior, insisto en que los dos centrales -y en menor medida también los dos cincos, pero también- son muy livianitos. Muy ingenuos.
Lollo, sos el 6 del equipo papá, no puede un pendejo de 20 años soplarte fuerte y moverte. Y entre
Lollo y
Aveldaño siempre tienen un par por partido. Son muy técnicos, muy tiempistas, lo que quieran, pero a veces hace falta más cara de malo y que el delantero rival no quiera pasar ni cerca tuyo, como pasaba con el
Chiqui. Lo mismo por ahí con los cincos, que raspan, pero no dan miedo, como
Ribair que te invitaba a hacerte a un lado. En el gol de Hauche, la jugada arranca con el tipo pegado contra la raya y sale de la maraña de piernas sin siquiera un raspón. Hace falta más rigor.
La imprecisión desesperante de nuestros volantes centrales. Lo de
Farré y
Velázquez fundamentalmente fue para patear el televisor. Ni una puta pelota a los vestidos de celeste y no hablamos de jugadas con pases entre líneas, difíciles, sino de pases con el compañero libre, a dos metros.
La falta de compromiso con el juego. Los que critican a
Zelarayán: ¿no se pusieron ni un segundo a ver el partido y observar cómo el
Chino agarraba la pelota y levantaba dos, tres, cuatro veces la cabeza para buscar uno con quien jugar, incluso hacía señas de "vení, acercate, devolveme una pared" y nada? No, uno de los nuestros agarra la pelota y automáticamente el resto pica, se aleja. En el segundo tiempo eso se vio muy patente.
Del lado del tipo calmo, amable, anoto:
No puedo decir que perdimos "por culpa de", porque se trata de un ídolo como el
Picante, pero el gol que se erró fue la clave principal de la derrota. Si metía esa que hasta la cantó el relator antes que entrara, el partido ni siquiera terminaba o había incidentes grosos. Y si la diferencia entre una victoria y una derrota está solamente en un gol errado abajo del arco, creo que no es para ser apocalíptico en lo más mínimo.
Se advierte una intención de ser más punzante, de tratar de llegar más y más seguido al área rival. Pero aquí el problema es sacarse el chip viejo y ponerse el nuevo. En teoría el equipo tiende a atacar más y con una idea de juego más aceitada, pero a la primera que se siente inseguro vuelve al viejo sistema del pum para arriba y agarrar los rebotes.
Boca, River, Vélez, San Lorenzo, etc. Elijan al equipo que quieran y todos ganan y pierden contra cualquiera, jugando un fin de semana un partidazo para la semana siguiente dar ocote. No significa que si todos se tiran a un pozo nosotros también debamos hacerlo, pero tampoco de repente hay elementos para creer que uno puede ser la única oveja blanca del rebaño...
En definitiva, creo que el principal problema del equipo es su irregularidad, eso de a veces ser el Dr Jekyll y otras Mr Hyde y ni siquiera definirse por una opción o la otra. Y pocas cosas son tan nocivas como no tener personalidad. El equipo está en una transición como la del niño que se va convirtiendo en adolescente, que se le para el pito cuando ve una pendeja pero llega a la casa y extraña los autitos. El desafío es ver si esa transición llega con los que hace años juegan de una determinada forma o bien con otros que realmente puedan cambiar el chip. Y el desafío es grande en serio, porque me parece que el que no se convence del cambio de chip es el propio
Ruso, pero el que lo está demandando es
Pérez.
Cierro diciendo que confío en que, tal como ha sucedido en otros campeonatos, tras tocar este piso el equipo rebote y vuelva a la altura crucero en la que no nos hace convertir en monstruos nunca.
Sdos.