Que cada
crisis es una oportunidad, que “en la cancha se ven los pingos”, que enfrentar
a Boca era lo mejor que le podía pasar en esta circunstancia, que todo se va a
definir al final... El fútbol está lleno de verdades de Perogrullo. Obviedades
que Belgrano necesitaba revalidar anoche en su casa con un triunfo que, en la
previa, no era tan obvio, ni tan sencillo. Primero, porque enfrente estaba el
plantel más cotizado del fútbol argentino; y segundo porque para la “B” el gol
venía siendo una quimera y, sin gol, ganar es imposible.
Al final, el empate 1-1 dejó, desde lo
numérico, cierta insatisfacción porque ninguno de los dos cumplió sus
objetivos. Si Belgrano había recibido un guiño en su lucha por sostenerse en la
divisional, después de las derrotas de Patronato y San Martín de Tucumán, algo
parecido le pasó a Boca con la caída del puntero Racing (aunque su verdugo
fuera River), porque la posibilidad de achicar distancias e ir por la triple
corona pareció fortalecerse. Había mucho en juego y el resultado final fue
insuficiente para los dos.
Pero hay otra lectura que deja en Alberdi la
sensación de que algo nuevo se está gestando. Anoche, la versión de Belgrano
fue la que su gente quería ver: la de un equipo concentrado que arriesgara lo
necesario para demostrar que es de Primera. Por eso el 1-1 tuvo, desde lo
emocional, un efecto muy diferente al de los dos empates que lo precedieron en
lo que va de 2019. Desde unos 20 minutos antes de que Ariel Penel ordenara el
inicio del juego (con el agregado del minuto de silencio, unánimemente respetado,
por el fallecimiento de Emiliano Sala), la gente ya había colmado las 30 mil
ubicaciones del Gigante. Algo extraño en el barrio, donde casi todos suelen
llegar sobre la hora. Es que había algo diferente en el ambiente. La presencia
de Boca, que se hizo esperar por 33 años (45 si sólo se tienen en cuenta
partidos oficiales) fue un incentivo especial. Y los piratas, que saben leer
entre líneas, lo interpretaron claramente como una oportunidad.
Hubo una fe religiosa para esperar el resurgir
de Belgrano, como si se tratara de una vigilia pascual anticipada. Todo fue
celebración en una previa que sólo dejó escuchar silbidos cuando la voz del
estadio presentó a Julio Buffarini y Cristian Pavón, dos ex Talleres, en la
formación titular xeneize.
Después, sí: mucho diente apretado adentro y
afuera de la cancha, y un sufrimiento que, para la “B”, todavía tiene varios
capítulos por delante. Pero los celestes fueron al frente de arranque y la
promesa de la gente, una vez más, fue alentar “en las buenas, y en las malas
mucho más”.
El gol de Lisandro López fue como un puñal,
porque Boca no había generado casi nada hasta aquel cabezazo. Fue un descuido,
apenas, a la hora de tomar las marcas en una pelota detenida. Pero nada puede
sorprender: uno de los discursos más escuchados en la semana fue que el margen
de error se reduciría al mínimo ante equipos como el de Gustavo Alfaro. Para
que quede claro: no le hablen a Boca de merecimientos. Está en proceso de
reestructuración como equipo y, con más razón, le sirve y mucho encararlo con
el desequilibrio individual como argumento casi excluyente.
La contracara fue lo sucedido en proximidades
de Andrada, que sacó un brazo extra, vaya a saber de dónde, para sacarle el gol
al pibe Novillo, en la más clara del local.
Aún con matices, porque Boca mejoró en el
complemento, la tónica sería similar durante el resto del juego. Parecía que la
diferencia de jerarquía (que ayer fue más individual que colectiva) volvería a
inclinar la balanza para el de mayor presupuesto. Pero no contaban con la fe de
Lértora, la fe que no se tuvo ante Argentinos, en la última jugada de aquél
partido. Entonces sí el murmullo se hizo aliento ensordecedor y el propio Boca,
acostumbrado a la acústica de la Bombonera, sintió que en Córdoba también se
juega con 12.
El final para el infarto, con tiro libre de
Pavón en el travesaño incluido, no hizo más que confirmar que los astros
comenzaron a alinearse. La final que viene, acaso la más importante de todas,
será el viernes en la Ciudadela tucumana.