Había sobre el “Loco” Lucas Acosta la sospecha de que no iba a estar a la altura. Su apodo de “Loco”, como todos los que tienen ese apodo, suele derivar en dos tipos de conclusiones según el fracaso o el éxito de lo que emprenda el protagonista en cuestión: si le va mal en lo suyo, es que “no tenía las aptitudes necesarias para triunfo”; si le va bien; es que “supo superar todos los impedimentos”, esos que generalmente se lleva a puestos a los que no llegan.

Sin caer en esa dualidad prejuiciosa de los apodados “Locos” en el mundo del fútbol, lo primero que hay que hacer es rendirse ante la evidencia: Acosta “es bueno”, más de lo que incluso dentro del club pensaban.

Nadie lo admitirá, pero han flotado comentarios durante los entrenamientos en el predio de Villa Esuqiú en los que se dudaba de las virtudes técnicas de Acosta.

Y acaso eso de ponerle el apodo “Loco” tiene más que ver con su personalidad activa, vehemente y superadora. Nada que sorprenda en un arquero, dada la especificidad de requerimientos que tiene el puesto. Por lo demás, Acosta ha mostrado ser bastante centrado y bastante guerrero a la vez. Pensemos en su debut: entrar a un partido de Copa Sudamericana, de apuro por la roja de un compañero, y luego comerse cinco goles... un combo que hubiera destruido la moral y la confianza de un humano cualquiera.

Acosta ya tiene la credencial de distinto, no de cualquiera. Con 22 años es capitán del equipo. Lástima que no hay datos de los capitanes más jóvenes de Belgrano, pero el arquero debe estar entre los más jóvenes en llevar la cinta que en los últimos años lucía un histórico como Guillermo Farré, el del inmortal gol ante River en la Promoción 2011.