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Belgrano: este lunes demolerán la tribuna Hualfin para hacerla más amplia

Día a Día | 28/03/2016


Hualfin 513. El ingreso a la tribuna del estadio de Belgrano que lleva ese nombre. Unos cuantos metros antes, casi en la esquina con La Rioja, Javier se acoda en la entrada de una casa centenaria, anterior al Gigante.

“El patio es como estar dentro de la cancha. Acá los goles se sienten hasta los cimientos. El que más recuerdo es el de (Julio) Mugnaini en la Reválida de 2001 con Quilmes. estaba acá afuera, me comía la radio por nervios y la apagué. No hacía falta. Parecía que la tribuna estaba festejando en el patio”, describe.

Feliz por la obra de remodelación del estadio, que comenzará este lunes, con la demolición de la tribuna Hualfin. 

Su tía, Juvencia Ponce, no comparte el entusiasmo. “Me van a romper los techos con tantas vibraciones”, se queja. Es que además, es de Talleres. Ella heredó la casa y recuerda a la primera dueña, Nélida, que contaba el “lío que fue la construcción del estadio”, allá por 1929.

Cuenta la leyenda que dirigentes y hasta los propios jugadores se subieron a un tractor para emparejar el campo de juego de lo que fue el primer estadio de cemento del interior del país. El Gigante de Alberdi perderá una costilla para duplicarse, para crecer. Primo hermano de la Cervecería Córdoba, su tribuna lateral seguirá por el mismo camino de la vieja chimenea aledaña. Patrimonio cultural de un barrio pasional como pocos, y de tanto arraigo.  

Esta tarde de lunes, a las 17, se dará un paso gigantesco, el primero, para la remodelación y ampliación del Julio César Villagra: el comienzo de la demolición de esa tribuna Hualfin, tras un breve acto encabezado por Armando Pérez, el artífice. Y ese Despertemos al Gigante dejará seguir soñando a los Piratas con el nuevo estadio. Con la vuelta al barrio. Con el regreso a casa. 

Vecino íntimo. El abuelo Cándido era muy hincha de Belgrano, y su casa estaba sobre la calle Hualfin. Para Raúl Carrasco es un recuerdo intimista de su infancia: nació allí hace 68 años.

“En esa época eran todas quintas. El río pasaba más cerca porque no estaba la Isla de los Patos. Jugábamos todo el día al fútbol, y durante la semana entrábamos a la cancha a jugar. Porque no había alambrado y la tribuna era de madera”, rememora el vecino, que ahora vive en la vereda de enfrente.

“Lo que más me gustaba era cuando se cruzaban los cánticos de las hinchadas. El ‘viejo y glorioso Belgrano’, con la música de la Marcha Peronista, era un clásico. Acá en la cuadra se pone difícil con las hinchadas visitantes. En la Promoción con Rosario Central nos rompieron los portones. Pero por lo demás es hermoso que el Gigante sea remodelado y que Belgrano vuelva a ser local en Alberdi. Porque no es sólo un estadio, es un punto de encuentro social. Es el barrio mismo”, completó Carrasco. 

En las entrañas. Oscar Díaz es un personaje entrañable de Belgrano. El utilero del plantel vivió en el Gigante y conoce los rincones y los duendes que lo pueblan. Su vínculo con el estadio empezó incluso antes, cuando se venía desde su barrio de Nueva Italia para vender gaseosas los días del partido. “El puesto de Coca Cola que me tocaba a mi estaba justo en la tribuna Hualfín. La verdad, no se como se ven los partidos desde ahí, me la pasaba vendiendo”, evocó.

Cuando empezó a trabajar de utilero, en 1979, se mudó a unas habitaciones construidas bajo la Platea Dorada. “Allí nacieron tres de mis hijos, Tadeo Nicolás y Juan. Por las tardes, con mi esposa Claudia nos sentábamos en la tribuna de frente a la Hualfín a tomar mate Y mirábamos la avenida Santa Fe y parte del centro, porque no había tantos edificios Incluso antes la preferencial (tribuna Alfredo Escuti) era más baja, de la altura de la Hualfín. Vivimos 15 años en el Gigante”, narró. También le quedó grabado como trabajadores de la cervecería se subían a la chimenea para mirar los partidos detrás de la popular. “La tribuna de Los Piratas era más angosta. Después la ampliaron y en 1997 le agregaron el codo”, explicó.

Esta tarde, cuando la vieja tribuna empiece a venirse abajo para dar paso a la remodelación, seguramente le correrá alguna lágrima por todo lo vivido. 

Desde adentro. En un Gigante que aclamó a la Milonguita, al Chiche Sosa, al Cuchí Cos, a Tito Cuellar, al Palito Mameli, al Luifa, la última ovación se la llevó Gastón Turus. El defensor vistió en toda su carrera la camiseta de Belgrano (desde 1999 a 2015) y el plantel le rindió homenaje en diciembre pasado, en el amistoso con Nacional de Montevideo que marcó el último partido en el viejo Gigante de Alberdi. 

Esa noche, los hinchas de River ocuparon parte de la tribuna Hualfín, como ocurría con los visitantes. Otro hito.

Mauro Óbolo es fanático, además de futbolista del Celeste. Y su apellido quedará en los registros como el autor del último gol en el estadio antes de su ampliación, el del empate con Nacional. “De chico venía con mi viejo a la cancha. Vi grandes equipos y jugadores. En mi carrera no tengo grandes logros, por eso convertir ese gol es inolvidable para mí. Un orgullo por todo lo que sintió la gente ese día”, se emocionó. 

Para todo Alberdi, será un despertar Gigante. 


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