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Renzo Saravia, el lateral que se sigue proyectando en Belgrano

Día a Día | 28/12/2015


 

A Renzo Saravia le pasó de todo en este 2015, en el vértigo con el que trepa por la banda derecha para pasar al ataque. Conmovió con el llanto por la expulsión ante Lanús a comienzos de año y se mordió los labios de bronca por el gol en contra ante Godoy Cruz, cuando Belgrano podía acomodarse en la punta del Torneo de los 30 equipos.

Pero se siguió proyectando.

Sintió el trajín del receso a mitad de año y cayó en los altibajos del equipo. Y hasta salió de la formación. Y cuando volvió, tuvo que jugar con la pierna cambiada en el otro lateral, de “3”.

Pero se siguió proyectando.

Y cuando los hinchas se preguntaban por qué no jugaba, terminó como titular ante Colón. Lo quiere la gente y también otros equipos, como al Lucas Zelarayán y Emiliano Rigoni. El nombre de Saravia llegó hasta Boca.

Porque se sigue proyectando.

Para arriba. Saravia nació en Villa de María de Río Seco hace 22 años, en un hogar de cinco hijos varones más su hermana, Flavia, con quien vive desde que se instaló en Córdoba, desde muy chico. A su papá le gustaba el boxeo pero igual miraba fútbol y no vio con malos ojos que Renzo se metiera en la cancha. Primero en Las Palmas y de ahí a Belgrano, donde en 2012 fue a probarse con un grupo de amigos cuando tenía 17 años. Y quedó. “Vivía en barrio Panamericano y me quedaba más cerca Instituto. Lo que pasa es que había un colectivo que me dejaba en la puerta de Las Palmas. Jugué hasta la Quinta división y por pedido de (Luis) Chiche Sosa fui a probarme a Belgrano. Ya lo iba a ver a la cancha con amigos, pero no imaginaba que podía ponerme esta camiseta algún día”, evocó. 

Y le tomó cariño rápido al club. “Es lindo que se hable de mí en equipos de tanta jerarquía como Boca. Pero también me gustaría seguir en Belgrano, que tiene todo para que entres a la cancha pensando solamente en jugar. Te lo dicen los futbolistas de otros equipos, los que vienen como refuerzos como (Sebastián) Prediger. ‘Ustedes no se dan cuenta de lo que tienen acá. El predio, la hinchada, una prensa que no es mala leche’, nos remarca siempre”.

Sudor y lágrimas. Aquel llanto contra Lanús quedó grabado, en la cara de pibe y en los hinchas. “Lloré porque dejaba al equipo con uno menos y porque me perdía el partido con River en la fecha siguiente. Y nunca había jugado contra River. Los más grandes me consolaron. ‘¿Sabés la cantidad de partidos de esos que vas a jugar?’ me dijeron”.  

De la familia

Su hermana Flavia, mamá de Ema (sobrina y consentida), es la encargada de elegir vivienda para los Saravia. Porque además vinieron a Córdoba el primogénito, Facundo, quien heredó la pasión por los guantes y practica boxeo. También Juan, para trabajar, y Ale, quien juega en Las Palmas (con el hermano del Chino Zelarayán). El más pequeño, Benjamín, sigue con papá Reinaldo y mamá Estela en el pueblo.

Villa de María del Río Seco lo espera siempre, apacible, cuando extraña y quiere sacarse el estrés del torneo. El viejo asa el cabrito, y arma la picada. Y si hay tiempo, a jugar un rato al paddle o tirarse en la pileta del club. Lo acompaña su novia Camila, de su misma edad y desde hace cuatro años. “Es estudiante de abogacía, me cuida un montón”, admite tímido.

Es el mismo rubor que lo invade cuando le piden una foto, un autógrafo. Ni hablar cuando se enteró que Franco Dulla, el lateral derecho de la Octava división de Belgrano, lo eligió como ídolo. “Es lindo porque es un chico del club y en vez fijarse en alguien de Boca o River, pensó en mí”, agradeció Saravia. Y le obsequió su camiseta al pibe después del triunfo sobre Defensa y Justicia.

“Todavía no me alcanza para un fans club como el que tiene el Chino (Zelarayán). Hay hinchas que se tatuaron su nombre, vamos a ver si alguno se hace un tatuaje con mi número”, lanzó.

El Ruso y sus salidas

Llamó la atención que Renzo Saravia no fuera titular en el tramo final del torneo. “No sé por qué salí. Cuando llegué a las cinco amarillas parece que el Ruso (Ricardo Zielinski) vio mejor a otro compañero. Jamás le pregunto al técnico, sí me pregunté a mi mismo que había hecho mal”, testimonió. Su relación con Zielinski transitó caminos sinuosos. Cuando el DT lo promovió le achacaba que iba al ataque alocadamente. “En esta temporada maduré tácticamente. El Ruso vio que podía sacar diferencia por mi costado pasando al ataque, como me gusta”, explicó. Sabe que flota el rumor sobre algunos excesos en salidas nocturnas. “Con 20 años tenés ganas de salir. Si ganás todos te saludan pero si perdiste ahí empiezan a decir que andás de joda. Y no es así”. Y está el episodio en que la Policía Caminera le retiró el carné de conductor. “Fue un año completito eh... Venía de un asado, me quedé a dormir en casa de mi amigo y como no desayuné me salió mal el control. Y el policía era de Talleres”, bromeó.

A prueba de un cuatro

La casa es amplia, con un balcón para apreciar la ciudad desde lo alto. Y a Renzo Saravia le gusta subir, como lo hace en la cancha.

“Jugué 27 de los 30 partidos del torneo, más no puedo pedir. Mi mejor momento coincidió con el del equipo. Recuerdo el partido que le ganamos a Quilmes sobre la hora con gol de (Mauro) Óbolo, tras un centro mío. Después de la Copa América entramos en un bache del que nos costó salir, se lesionó el Chino (Zelarayán) y se nos hizo difícil. Lástima porque hablábamos entre nosotros con la ilusión de ser campeones. Salvo Boca o San Lorenzo, con el resto nos veíamos parejos. Igual creo que no falta tanto para que Belgrano gane un campeonato”, reflexionó.

 “El partido que más nervios pasé fue contra Lanús, en la revancha por la Sudamericana. En el banco se sufre más. En la cancha estoy nervioso hasta tocar la primera pelota. Esa derrota nos dolió y algunos hinchas fueron al predio a reclamar. Los chicos somos los que más lo sentimos y son los referentes los que nos hacen levantar la cabeza rápido”. Es momento de hablar de los más grandes del plantel: “Farré tuvo un año muy regular. Lo suyo no es vistoso, pero recupera un montón. También Prediger. Y Escudero. Era el que levantaba el grupo. Trajo el festejo del remo, nos divertía un montón. Contando chistes era malo pero siempre se hacía cortes de pelo raros que te hacían reír”. Párrafo parte para Juan Carlos Olave. “Entre las puteadas del Juanca y las del Ruso del otro costado, no sabés para donde disparar, je. Olave es así, lo vive como hincha y su año fue bárbaro. Nos hizo ganar un montón de puntos”. También destaca a rivales del calibre de Marcos Ruben (el que más del costó marcar) y de Diego Milito (por la trayectoria). De todos modos, a la hora de elegir mira su puesto. “Me gusta Gino Peruzzi, es de Selección. Como Gabriel Mercado, que es completo porque además tiene muy buen juego aéreo”. Cabecear y mejorar el remate son las materias pendientes que asume Saravia. Y seguir subiendo. Porque lo que consiguió, se lo ganó por derecha.

El Chino, amigo 10
 
La partida de Lucas Zelarayán al fútbol mejicano hizo mella en el corazón Pirata. Y más en Renzo Saravia, su amigo. “Cuando subí al plantel el Chino me abrió las puertas, me explicó cómo eran las cosas y nació una amistad muy grande”, resaltó. “Se sabía que cuando terminara el torneo se iba a ir. Fue uno de los mejores del año. Después del partido con Colón fue emocionante como la gente coreó su nombre. Y a él le costó despedirse como jugador y como hincha”, añadió. Como defensor, y por enfrentarlo en las prácticas, “padeció” la habilidad del Chino. “No se la podía quitar. Es un jugador completo, de los que quedan pocos. Tiene gol, tiene pase y es difícil sacarle la pelota porque aunque es chiquito lo chocás y no lo tirás”, describió. Extrañará los duelos en la play los reclamos por no meterla. “Yo quería convertir al menos un gol y en Rafaela me quedó un rebote en el área pero le pegué mal, de zurda. ‘Cómo no lo vas a hacer, tenías que empujarla nada más’, me gritó. Para él es fácil”





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