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Rubén Flotta: Bajar a River fue voltear al Imperio Romano

Día a Día | 13/01/2013


El Bicho empuña su taza. En él confluyen miles de historias y una vida vivida intensamente.
El Bicho empuña su taza. En él confluyen miles de historias y una vida vivida intensamente.
Juntos. El Ruso y el Bicho, en un entrenamiento. Trabajo grupal en el banco Celeste.
Juntos. El Ruso y el Bicho, en un entrenamiento. Trabajo grupal en el banco Celeste.
Rubén Flotta es invisible. Se mueve entre la imaginación, con elegancia. La gente lo saluda, le hace una venia y él se escurre detrás de la sombra. No busca mesas, ellas lo eligen. Levanta la mano, habla con los mozos otro idioma. Sólo los tipos de bar aprendieron ese lenguaje. Acomoda su espalda contra la silla, mira a su alrededor con oficio. Sabe cuántas personas hay en su corta distancia: tres mujeres le presumen de frente; detrás, un hombre lee el diario y, en diagonal, dos borrachos conversan respetuosos. Con sus dedos macizos engancha la taza. Lo tiene todo controlado: está en su universo.

Rubén presenció la llegada de Juan Domingo Perón en el 73’, en Ezeiza. Las armas -escondidas en ambulancias- lo hicieron correr entre las balas. Es peronista, del barrio de Avellaneda y sabe vivir en soledad. Su vieja, Sara, iba siempre a la cancha. Y él, antes de nacer, también. Rubén conoce 44 países, vivió en cinco y amó al menos una vez. Jugó a la pelota, se envició con ella. De chico se preguntó sobre la muerte y, como le dio miedo, nunca más pensó en ella. No cree en la depresión. Es el técnico alterno del Belgrano histórico / la mano derecha del DT Ricardo Zielinski / el espía de los rivales / el subcomandante.

“Yo fui a recibir a Perón en Ezeiza. Tenía unos 27 años, pero no llegué cerca del palco. Menos mal, porque ya venían las ambulancias de frente y dije ‘qué quilombo pasó acá’”, recuerda Flotta, enérgico. Se refiere al enfrentamiento entre organizaciones peronistas. Aquella vez, sin datos oficiales, murieron 13 personas y hubo 365 heridos. El Justicialismo, otra vez en crisis.

–Imagino que no habrán sido tiempos fáciles…
–Yo fui un soldado de Perón, soy Peronista. Me gusta la política, participé en ella como ciudadano en manifestaciones. Me gustaba mucho la Juventud Peronista con los Montoneros.

Su rostro se endurece. Algo cambió después de Ezeiza. “Me encantaba Montoneros. Después, no compartí el método de ellos, para nada. Si vos hiciste todo para que vuelva el General, ahora manda Perón, pero quisieron seguir siendo Montoneros”, explica mientras toma té de a sorbos. El Bicho dice, calla, amaga y escapa para otro lado.

Vivir a fondo. “Soy un tipo pasional”, y Belgrano sale de su boca por primera vez. “Con Belgrano viví algo increíble. El ascenso contra River fue como voltear al Imperio Romano”, compara y se suspende en un silencio reflexivo: “Veníamos en el micro desde Buenos Aires y había un pibito en una villa por Circunvalación. Era una mañana fría de junio y él ahí con la bandera de Belgrano. Se me erizó la piel”. Hace una pausa, respira, sentencia: “El fútbol es lo más lindo que hay, es parte de la familia, como un hermano”, le dice a Día a Día.

Flotta es el técnico alterno del Ruso. Jugó inferiores en Racing, ascendió con Banfield y, entre otros países, anduvo por España. El fútbol lo puede, pero también otras cosas. “A la vida la vivo con intensidad. Conozco 44 países y viví en cinco. Es bueno viajar. No hay mejor cultura que la vivencia propia. Esa cultura es espectacular. Hablar con la gente, leer, escribir; eso salva”, sostiene.

Hace poco terminó el libro Isla bajo el mar de Isabel Allende. Rodolfo Walsh, Jauretche son palabra mayor en su repertorio. Aunque también disfruta del cine. “Belgrano debería tener un gran filme”, propone. Mueve los ojos como si buscara en los peatones de calle Trejo los actores de reparto. “Sería emocionante, pasional, la gente es así. Sería una película para ganar un Oscar”, dice, mientras un borracho, a punto de perder el equilibrio, le agradece lo que lograron hasta aquí.

No abandonarse. Rubén estudió periodismo y dibujo publicitario. Narra como si fuera un lápiz deslizándose en el aire. Pasa horas en el bar El Ruedo ante la mirada parca de Jerónimo Luis de Cabrera, fundador la ciudad.

–¿Siempre estás con pilas?
–Soy muy positivo, difícil que me bajonee. La vida es hoy, es vivirla. No hay que andar con las cargas del ayer ni del mañana. Si no te desprendés de eso, estás jodido. Yo me llevo bien con la soledad.

–¿Y con la idea de la muerte cómo te llevás?
–Una vez, cuando era chico, a la noche, me iba a la almohada y pensaba... ‘pibe, si te morís, ¿adónde llegas?’ Entonces me di cuenta que llegabas como a un estado medio de locura, de limbo, de no saber a dónde ibas. Corté con eso.

El Bicho revuelve con una cucharita, como quién busca las tristezas. “Yo no creo en la depresión. Hay momentos donde hay que tener agallas. Cuando voy al Parque Domínico por Avellaneda, y veo a un ciego corriendo, me digo ‘cómo puedo tener un problema yo’”, y aconseja: “Lea a Facundo Cabral, donde dice no estás deprimido, sino distraído, es espectacular”. Es enfático y le nace una risa precoz.

Hace un tiempo, el Bicho sufrió de úlcera. Le costaba caminar. “Para no olvidarme del problema que tuve, me siento en el mismo banquito donde estaba con ese problema de salud para no olvidarme y me repetía ‘esto no me puede afectar, esto no me puede afectar’”, dice ahora mientras la ciudad prende sus luces.

El Bicho da un último sorbo. “Ver las pequeñas cosas de la vida ayuda a vivir, hay que conformarse con las pequeñas cosas. No es mentira eso de mirar las flores, un atardecer en el mar, en las sierras o vivir en las montañas”, cuenta y pareciera desdibujarse.

Después se va por calle San Jerónimo. Las palomas de la Catedral se arremolinan y vuelan. “Me gusta vivir en libertad”, define y las ve partir contra el viento. Camina por Córdoba, por Avellaneda, entre los cafés y los bares que lo salvan.

En todos esos lugares, el Bicho Flotta atraviesa la vida, le baila un tango, mientras el atardecer le cae lento a sus espaldas.

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"Al Ruso hay que hacerle un monumento

Conversar con Rubén Flotta es como estar en un río que surca todos los espacios posibles. Pero el fútbol, sin dudas, está entre sus islas predilectas. Junta las manos, agarra un sobrecito de azúcar, lo para de líbero y a una taza la hace jugar de volante por la derecha. Se apasiona. Entonces, Belgrano aparece en escena. Y más después de un 2012 inolvidable: 36 puntos en el Torneo Inicial y un crecimiento desde la llegada del Ruso Zielinski al banco pirata.

“Belgrano tiene un plantel donde prevalece el equipo por sobre las individualidades. Siempre mantuvo su línea y sabe lo que quiere, eso es fundamental”, explica el Bicho, quien graba todos los partidos y vuelve a verlos tres horas después. Anota en una carpeta las virtudes y los defectos. Mucho se habló del juego pirata. Que jugaba mal, que no era vistoso, que muy defensivo. Y el Bicho se sumó al debate sin pelos en la lengua.

“Belgrano no es vistoso, pero juega bien. Con cosas simples sabe lo que quiere y los jugadores lo interpretan. Pero algunos me hacen reír: el fútbol se juega con dos arcos y nosotros controlamos los partidos, de hecho, Belgrano no es efectivo teniendo el balón”, analiza y dispara: “Hacemos 36 puntos, los rivales se complican, no me podés decir que jugamos mal”. Pero no se achica: “Si me preguntan quién te gusta más: Belgrano o Barcelona’, no voy a ser tan pelotudo, obvio que el Barcelona”.

Amigos de barrio. Rubén Flotta y el Ruso se conocen de la zona. Uno es de Avellaneda y el otro de Lanús. Y el Bicho no guarda elogios para el DT. “Deberían hacerle un monumento. Lo que logró acá es increíble. Es un ser humano extraordinario, un tipo abierto que te pregunta cosas aunque después la decisión final la tenga él”, describe. Pero hay más: Flotta dirigía a Talleres de Escalada y el Ruso jugaba en Laferrere. “Me gustaba cómo jugaba el Ruso, pero no sé porqué no lo llevé a un equipo, hoy me carga, hasta hoy nos reímos del asunto”, confiesa sobre una perlita bien guardada.

Y otra vez la realidad copa la parada. “Que el mensaje le llegue a los futbolistas es todo. Ahí entran convencido de lo que tienen que hacer”, comenta Rubén y asegura: “El equipo está sólido, no podemos hablar del futuro. No nos gusta vender humo, ni decir que vamos a salir campeón”, concluye Flota; y agarra una cuchara pegada a una raya de la mesa, como si fuera un lateral.

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Pérez, los resultados y el “éxito”

Nada es casualidad. Para llegar a los objetivos es necesario la unificación de criterios y esfuerzo. Adentro de la cancha, pero también afuera. Y allí aparecen los directivos, encabezados por el presidente Armando Pérez. De ellos también se acuerda el Bicho.

“Nos habían hablado de Pérez como dirigente, pero pudimos comprobarlo cuando vinimos. Y la verdad es increíble, un tipo generoso, que te hace sentir bien y un gran dirigente”, dice y aclara: “Me importa un carajo que sea el presidente, pero es la verdad, lo siento como un amigo”, sostiene Flotta.

“Creo que la gente debe valorar todo lo hizo desde que llegó al club. Está ordenado desde lo institucional y lo deportivo ayudó a solidificar todo”, sostiene el técnico alterno de Belgrano.

Los proyectos. Se sabe, en el fútbol actual mandan los resultados. Ante la consulta sobre si existían los proyectos, el ex alterno de La Volpe en Boca fue categórico: “A los proyectos lo sustentan los resultados, lo otro es mentira. Podés trabajar mañana-tarde-noche pero si perdiste cinco partidos estás afuera”, decreta el Bicho. Está claro que ese exitismo no le gusta, pero está enquistado en el sistema del fútbol.

“Es muy injusto, el medio del fútbol es así, vivís con el éxito permanente y la única que te queda es dejar todo, estar convencido de eso”, cerró Flotta.

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El Mundial y una eliminación especial

Rubén Flotta es un hombre de largo recorrido. Dirigió en Temperley, Talleres de Escalada, Racing, pero entre sus máximos logros está el Mundial 2006. Sí, fue el técnico alterno de Ricardo La Volpe y vivió una sensación especial: fue eliminado por Argentina en octavos de final, con un golazo de Maximiliano Rodríguez.

Para el Bicho muy de lo más logrado en su carrera. “Ese día tuve sentimientos encontrados. Integrar un cuerpo técnico en un Mundial es algo increíble. Aquel partido fue raro: cuando hizo el gol Rafa Márquez fue raro, yo argentino y ahí. Pero después quería pasar de fase (hubiera sido la primera vez de México en llegar a cinco partidos en un Mundial) y llegó el gol”, dice el Bicho y se queda mudo.

Se refiere al zapatazo de Rodríguez. Lo narra como si estuviera viéndolo ahora. “Cuando vi la pelota en el aire, tuve la sensación de gol. Apenas la paró de pecho dije esto es gol, pareció un misil que iba (mueve las manos) y entró”, termina por contar. Se le cambia la cara. La eliminación fue un golpe. “Fue una decepción muy grande, pero nadie te quia esa experiencia”.

Recorrido. Además, el Bicho estuvo como técnico alterno con Oscar López en la selección de Armenia. Allí se las ingenió para trabajar traductor mediante. No les fue mal y además disputó la fase de eliminación de la Champions League, y quedó eliminado con el Dinamo Kiev.

A la hora de hablar de fútbol, el Bicho aprende de todos. Y no se casa con ninguna idea: “En el fútbol ganaron todos los sistemas. Todos tienen lo suyo. ¿La pelea entre Menottisas-Bilardistas? Son dos estilos distintos e iguales, ambos tienen cosas buenas para sacar”.

Podrían pasar horas y el Bicho tendría anécdotas para contar. El fútbol siempre será un tema central para una larga reunión.

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Perfil: Rubén Fotta

Rubén Flotta nació en Avellaneda. A su viejo le decían Vici, por Vicente y él se ganó el apodo de “Bichi”. Sara, su mamá, lo llevaba a la cancha de Independiente y Racing cuando él estaba en la panza con su hermano Serafín: mellizos, así venía la mano. Además, tiene otro hermano que se llama Antonio.

Tiene dos hijos: Maximiliano (24 años) quien juega en Colombia y Patricio (34) que pintaba para jugar pero que al final eligió otro camino. Arrancó a dirigir en Temperley, pasó por Quindío y Unión Magdalena, de Colombia, entre otros equipos.

También estuvo en Racing de Avellaneda (1999/2000), Huracán (93-94) e integró el cuerpo técnico de aquel Boca que perdió el campeonato en 2006, a mano de Estudiantes. Un tipo de cafés y palabra que vive y aprende siempre.

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