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Lucas Pittinari, quien desde la concentración del Pirata siguió el minuto a minuto de “Maravilla” Martínez en Las Vegas, ejecutó el primero de los cross que fueron a parar a la mandíbula de Arsenal. Y como ironía del destino, un par de horas antes, había escrito en Twitter: “¡Qué grande Maravilla, un campeón con todas las letras! ¡Felicitaciones, un orgullo para todos los argentinos!”
El gol del juvenil oriundo de Laborde fue un tanto exagerado para el marcador del primer tiempo, donde el local había impuesto condiciones con un juego feo pero efectivo. Los pelotazos largos de Campestrini tuvieron rédito porque el local presionaba y capitalizaba las segundas jugadas.
Lugüercio y Aguirre casi mandan al cordobés a la lona. Pero ahí estaba Olave, el jugador más determinante del Pirata desde su regreso a Primera. Otra vez las manos de “Juanca” fueron los puños desde donde comenzó a erigirse el triunfo.
“Sabíamos que este partido iba a ser así de bravo. Tratamos de ser un equipo sólido y compacto. Supimos cambiar a tiempo y justificamos el resultado”, sostuvo el arquero.
Desde el rincón, Zielinski fue el autor intelectual de la victoria. “El Ruso” un severo lector del juego, exigió rigor táctico y el equipo se adelantó en el campo. Ingresó “Teté” González por Pittinari y el equipo ganó altura y presionó más arriba.
“En el primer tiempo no jugamos bien y Arsenal nos metió un poco contra el arco. Para el segundo cambiamos y lo ganamos bien”, explicó.
El Celeste es un equipo que cada vez se muestra más sólido. Sabe a qué juega e intenta siempre seguir la misma partitura. Entiende que el negocio es cortar los circuitos de juego de sus rivales y aprovechar cada oportunidad para lastimar. César Carranza no fue peligroso, pero esta vez fue el turno de Lucas Melano. A pura velocidad y atrevimiento, el juvenil generó las opciones más claras. Su rol fue clave, además, para llevar el juego lo más lejos posible del arco pirata.
¿Y el campeón? Arsenal perdió la memoria. Hoy es un mal plagio del equipo de hace apenas unos meses atrás. De aquel equipo ordenado, inteligente y eficaz, sólo se ven retazos. Después de dar la vuelta olímpica, perdió la voracidad ofensiva.
Excepto por el colombiano Carbonero, capaz de inventar algo diferente, su libreto es demasiado previsible: tirar pelotazos y apostar a la pelota parada.
Pero en frente tuvo un rival práctico, que supo amoldarse a lo que el combate le pedía.
Con paciencia, lo fue castigando hasta terminar construyendo un formidable nocaut.
Salopirata
