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El Belgrano del ´68: el equipo que abrió el camino de Córdoba en la AFA

La Voz del Interior | 05/09/2018


“El concepto de que los clubes grandes deben ser porteños fue roto este año con la irrupción de los celestes en el Campeonato Nacional. Lo demuestran con un estilo amateur respaldado por una hábil conducción empresaria”.

El elogio, dirigido al Club Atlético Belgrano, no partió de una revista partidaria, ni de una publicación local. Esa fue la mirada del semanario de actualidad porteño Siete Días, en su edición del 25 de noviembre de 1968, cuando los de barrio Alberdi daban sus primeros pasos en el ámbito nacional.

El Campeonato Nacional de 1968 es un mojón ineludible de la historia de Belgrano. Y para aquellos nostálgicos que tuvieron ocasión de disfrutarlo in situ, nada se le compara.

Ni siquiera el impactante ascenso del 2011, derribando a un gigante como River Plate. El hecho inédito de que un equipo cordobés enfrentara por los puntos a los mejores equipos del país, fue un suceso que se tradujo en que la provincia entera se embanderara detrás del Celeste, como representante genuino de un deporte que quería abandonar su condición de “cabotaje” para trascender fronteras afuera.

En aquel histórico ‘68, Belgrano pulverizó tres veces el récord de recaudación para la plaza Córdoba en tan sólo dos meses y medio y, en dos de las 15 fechas del torneo, fue el que más entradas cortó. Fue tal su poder de convocatoria que en la penúltima fecha, cuando debía enfrentar a Los Andes, el club de Lomas de Zamora optó por hacer de local en el Gigante de Alberdi y beneficiarse de una boletería generosa en extremo.

En la cancha, otro boom

Pero la potencialidad del Pirata no se agotaba exclusivamente en sus seguidores. En la cancha, el equipo se ganó un respeto que, por entonces, los cuadros del interior no gozaban.

Mostró jugadores de indudable jerarquía, como la potencia goleadora del catamarqueño Juan Carlos “Palito” Mameli (River se lo quiso llevar a cambio de algunos jugadores, entre ellos el legendario Amadeo Carrizo), Antonio Syeyyguil y José Omar Reinaldi (estaba a préstamo de Lavalle), además de la firmeza defensiva de Tomás Cuellar, Miguel Garay y Luis Bracamonte.

Belgrano no esperó al inicio del torneo para hacerse notar. La semana anterior a su debut metió el primer batacazo, al vencer 1-0 a Estudiantes de La Plata, flamante campeón de la Libertadores. Fue en una jornada interrumpida ocho minutos antes del final, a raíz de un descomunal escándalo derivado del juego brusco de los dirigidos por Osvaldo Zubeldía, protagonistas reiterados de aquellos episodios.

Tras una presentación con un empate ante Lanús (0-0) en Alberdi, el entrenador granate, Pedro Dellacha, tiró el primer mensaje: “Me habían dicho otra cosa de Belgrano. Este equipo anda bastante bien, tiene fuerza y juega fútbol del bueno. Dará batalla en todos los encuentros”.

Sin embargo, en los siguientes partidos el Celeste acumuló más elogios que puntos. Conseguir las dos unidades fue una obsesión que recién se cristalizó en la novena fecha, cuando venció 4-2 a San Martín de Tucumán. El éxito tuvo la virtud de potenciar al equipo que conducía Raúl Arraigada.

De ovación en ovación

Por la 10ª fecha, Racing y Belgrano igualaron sin goles en Avellaneda. Para la fría estadística, un 0-0 más, para el pueblo pirata una hazaña con fuerte repercusión nacional. Es que la Academia todavía era “el equipo de José” (Pizzuti), tenía la aureola del campeón mundial del ‘67 y era el sólido líder y único invicto del torneo.

El local era amplio favorito para ganar y, a pesar de la ausencia de Humberto Maschio, se esperaba que lo hiciera por una buena cantidad de goles.

Pero la “B”, que hasta tuvo que improvisar durante 33 minutos con un jugador de campo (Froilán Altamirano) como arquero por la expulsión de Jorge Marotta, no se conformó con el papel de actor de reparto. Fue dominador, mereció el triunfo y hasta recibió el reconocimiento del aplauso de la hinchada racinguista.

  • Todo de Belgrano en Mundo D 

“Racing no perdió un punto, sino lo ganó, tal la dureza del partido, tal la dimensión del adversario. Y creemos que esta es la mejor rúbrica para una demostración de Belgrano que, aun desde nuestra posición imparcial de críticos, aplaudimos sin retaceos”, escribió el genial Osvaldo Ardizzone en El Gráfico.

Tampoco ahorró reconocimientos la desaparecida revista Goles: “Que la hinchada de Racing terminara aplaudiendo a Belgrano es prueba elocuente de lo que pasó en el partido. Los jugadores visitantes dieron una clara lección de fútbol organizado”.
El regreso a Córdoba fue apoteótico, con 4.000 hinchas ovacionándolos en el aeropuerto y trasladando luego la fiesta al Gigante de Alberdi, colmado como si se jugara un partido y paseando en andas a Altamirano, el héroe de la jornada.

Una semana más tarde, otra vez el equipo se llevó titulares destacados. Y nuevamente fue a partir de una actuación heroica ante uno de los “grandes”. San Lorenzo, el famoso equipo de “Los Matadores”, terminó siendo víctima de un Belgrano diezmado por expulsiones y que lo venció 2-1 jugando buena parte del partido con dos jugadores menos.

“No hay palabras para decir lo que se siente en estos instantes. Es sinceramente una emoción que nos embarga a todos los cordobeses, porque este resonante éxito de Belgrano no es de su única pertenencia, pues nosotros estamos representando al fútbol de esta provincia y entiendo que lo estamos haciendo con buen suceso”, decía al final del encuentro el presidente celeste Francisco García, en un discurso difícil de imaginar en nuestros días.

Belgrano finalizó el torneo en un auspicioso noveno puesto y se convirtió en el mejor equipo del interior.

Con sacrificio, voluntad y perseverancia, había plantado bandera en los torneos de AFA y lo hizo con autoridad. El celeste comenzaba a ser un color nacional.

 


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