El regreso de Belgrano a casa después de cuatro años. Un sábado imborrable, pintado de Celeste. Y con una alegrón.
Alberdi volvió a ser más Alberdi que antes. Porque a uno de los barrios más
populares de Córdoba le faltaba algo. Las calles de esta parte de Córdoba se
empezaron a poblar temprano este sábado 9 de setiembre de 2017. Porque
volvÃaBelgrano a jugar en su cancha después de cuatro años. Y nadie se
querÃa perder la fiesta.
Apurados por entrar, los hinchas del Pirata llegaron
bien temprano para lograr la mejor ubicación para estar en la fiesta. La nueva
tribuna llamada con el nombre de Tomás Rodolfo Cuellar y ubicada sobre calle
Hualfin se empezó a pintar de celeste con banderas, globos y muchas camisetas y
gorros. Hubo tiempo para homenajear a Cuellar con la entrega de plaqueta
a los familiares del gran Tito que recibieron la distinción con mucha emoción.
Los trapos parecÃan todos nuevos, acordes con la reinauguración y los ánimos
también.
Era todo alegrÃa, toda efervescencia, todo música en ese estadio Julio
César Villagra que tiene un corazón Gigante. Las plaquetas a las empresas La
explosión del recibimiento fue impresionante. Papelitos, fuegos artificiales,
banderas tapando la Preferencial y el telón de los Piratas que siempre está
presente. Y la ansiedad para que la pelota vuelva a rodar apenas salió el
equipo hizo que el clima del partido se arme rápido.
Pero Belgrano en cancha no pegaba una. El aliento no
paró nunca desde la popular Pirata, en el primer tiempo bajaron algunos
rumores de esos que crecen a medida que el equipo juega mal.
El complemento empezó más o menos igual. Los cuatro costados del Gigante
exhalaban nervios. Los jugadores parecÃan contagiarse. No coordinaban, los
rumores eran gritos hasta que en un centro pasado, a los 20 de la segunda
mitad, Lema se la bajó a Epifanio GarcÃa que, en la segunda que tocó, hizo
delirar a los 30 mil hinchas que coparon Alberdi.
El gol tranquilizó a todo Belgrano. A los de pantalón
corto y a los que hacÃan el aguante desde afuera. Y fue aguante, del que
Alberdi ya sabe. Del pelear cada pelota como si fuera la última, de sufrir
hasta el final la embestida del rival, de mirar el reloj a cada rato pero nunca
de dejar de alentar. Y el desahogo del final cuando el árbitro pitó el final
fue la coronación de una tarde feliz. Porque Belgrano volvió al barrio. Y,
aunque seguro que tiene que mejorar mucho, quién le quita la alegrÃa al Mundo
Pirata.
Por MatÃas Candoli