" Se hace imposible irse definitivamente de Belgrano. Cualquiera que haya vivido lo que vivimos nosotros estaría pendiente de lo que pasa en el club, como estoy yo. Muchos llegamos como jugadores de fútbol y nos fuimos como hinchas del club". El que habla es Matías Gigli, un delantero que dejó su huella con la camiseta celeste y, ante todo, un tipo que se hizo querer. A los 38 (que el 7 de junio serán 39), se entrena con el plantel de Unión, de su Arroyo Seco natal, para mantenerse en forma, aunque colgó los botines hace algunos meses. Su vida transcurre en esa tranquilidad pueblerina, rodeado del afecto de su familia; pero lo que pasa en Belgrano no le resulta para nada indiferente.
Hace un tiempo, cuando se empezó a hablar de la necesidad de remodelar el Gigante de Alberdi, en las redes sociales se gestó la idea de juntar plata a través de algún evento. Y “el Pájaro” fue uno de los primeros en recoger la idea y hacerla propia. Así lo reflejó en una charla distendida con Mundo D.
–¿La remodelación del Gigante de Alberdi es lo que le falta a Belgrano?
–Es lo que sueña todo hincha: tener una casa propia que pueda recibir los partidos de Primera, con toda la gente que mueve Belgrano. Cuando se hizo la movida en las redes sociales por una despedida para Mariano (Campodónico) y para mí, me embalé con esto de que lo recaudado pueda ayudar al club para remodelar el estadio. Pero hay un montón de situaciones que uno desconoce y no se puede meter, porque por ahí ilusionamos a los hinchas con algo que, por ahí, no se puede concretar. Si se pudiera hacer algo con la cancha, sería espectacular.
"Uno juega al fútbol y, simplemente, quiere darle una mano al club para devolverle algo de todo lo que me dio", dice Matías Gigli.
–Se barajó la idea de que los ascendidos en 2006 jueguen ante los del ascenso de 2011. ¿Están en condiciones de dar esa batalla?
–Claro que sí… (risas). Lo ideal creo que sería hacer una fiesta para Belgrano, a la que puedan sumarse todos los hinchas conocidos que tiene el club, que llevan la camiseta a todos lados a nivel nacional y mundial. Uno juega al fútbol y, simplemente, quiere darle una mano al club para devolverle algo de todo lo que me dio.
Postales celestes
A la distancia, Gigli es un hincha más. La diferencia es que no vivió las hazañas en la tribuna, sino en el campo de juego. El ascenso de 2006 lo marcó a fuego.
“Agarramos la primera etapa de esto tan lindo que está viviendo Belgrano. Todos cometimos errores y era lógico, pero se fue aprendiendo y se llegó a este presente que disfrutamos. Desde adentro se hacen las cosas bien porque se baja un mensaje que se mantiene en el tiempo. Eso es muy difícil y es lo que explica los logros. La contra de Belgrano es que está en Córdoba. Si estuviera en Buenos Aires todo tomaría muchísima más dimensión”, asegura.
-¿Por qué aquél grupo quedó en la historia?
-Era un grupo que jugaba a lo Belgrano. Tuvo muchísimos golpes. Llegamos a un club en quiebra y se empezó a acomodar todo. La gente se identificó mucho con ese equipo y lo que se dio fue especial. Tuvimos una gran remontada al final, perdimos las finales con Chicago y ascendimos cuando todos nos daban por muertos, porque Olimpo en Primera División no había perdido de local. Corrimos y metimos. Era la forma de lograr el objetivo. En mi carrera, es algo que no me voy a olvidar nunca.
-¿Te sorprende que hoy Belgrano esté bien arriba en Primera?
–No, para nada. Es un trabajo que comenzó cuando nosotros llegamos y la gente, por ahí, no lo veía tanto. Pero nosotros sí. Se armó un predio bárbaro del que salieron los chicos que hoy la están rompiendo. Todos nos encandilamos mirando a Belgrano entre los punteros, pero hay que mirar todo lo que se hizo para entenderlo.