Belgrano: enamorados | Club Belgrano de Córdoba

Con solvencia y rapidez, el Celeste abrió el marcador sobre Independiente. Prácticamente en el primer tiempo definió el partido

Otra vez sentado en el cordón de la vereda, sin luz ni agua para pasar las desgracias y la birra que siempre se calienta a la altura de la etiqueta.

Los eneros siempre igual: que la Doma no, que los caballos sufren, llamar a Epec para que un comunicador te diga lo de siempre. Otra vez echado en el cordón de un barrio que aprendió a vivir con poco mientras las motos te pisan los pies. Los eneros repitiéndose con burla.

Mañana dirán que sí o sí va a llover, pero al final el viento se lleva todo menos a Belgrano. Entonces pensás que lo distinto tiene color celeste y vas, no por costumbre sino por placer, a ver al Ruso con lo suyos.

Para confirmar que de pronto enero cambia porque Cuqui Márquez pone la cabeza y más tarde Luciano Lollo grita un gol desde el alma. Y los diarios dirán que el Pirata le ganó a Independiente 2-0 en el triangular de la Copa Córdoba.

Pero vos estás en otra historia. El viernes te agarra con una temperatura calcinante. Dispuesto -en algunos casos- a encarar el último día laboral.

Vendrán esta madrugada las mujeres de bocas pintadas que cuando dicen ‘no' en realidad es sí. De tipos que los tiempos modernos los volvieron histéricos. Y vas a entender, después de haber vuelto anoche al Mario Kempes, porqué seguís noviando con Belgrano. Si cada vez que lo ves aparecer por el túnel te recorre esa puntada en el estómago, ese nervio puto por la garganta primero, en la boca después.

Quizá porque el Celeste no te pregunta a qué hora volvés ni adónde estuviste en este enero de ceniza. O mucho menos te hace reclamos de los almuerzos cotidianos. Entonces mientras Olave se acomoda las clinas, vos te ajustás la pasión y recordás que si llegan a 40 mil socios, quien te dice, el presidente Pérez agranda Alberdi.

Así andas este viernes viernes, con las lagañas pegadas porque los colectivos tardaron una bocha en volver del estadio. Pero te importa poco porque el canillita te cuenta que al equipo lo vio rápido. Y te reís porque te encontrás a vos de vuelta, feliz, idiotamente enamorado de un club que te enseñó que el amor es una ilusión, una esperanza que todos los días se construye.

Al volver a tu casa mirás el cordón de la vereda. Pensás en la fiesta de anoche y cuánto falta todavía. Armás un barquito de papel con esta nota que empezás a arrugar; y dejás que el agua se lo lleve.

Recién ahí confirmás que Belgrano es un amor que vuelve siempre. Uno de verano pero que nace en todas las estaciones.