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Belgrano y un triunfo del corazón

La Voz del Interior | 03/09/2013


El primero. Maggiolo la empuja al gol. Fue el descuento de Belgrano, el que abrió la ilusión.
El primero. Maggiolo la empuja al gol. Fue el descuento de Belgrano, el que abrió la ilusión.
Arrimarse al Gigante, recorriendo por Arturo Orgaz los 200 metros que hay entre Colón y La Rioja, es una experiencia “retro”. Aunque Alberdi se desgarra por la pérdida paulatina y sistemática de su patrimonio arquitectónico, esas dos cuadras parecen detenidas en el tiempo. Y, cuando hay partido, el humo de los choris hace que hasta los aromas sean coincidentes.

Después, lo que sucedió en la cancha también remitió, como si fuera un déjà vu, a tantas otras tardes en las que asomó esa histórica “mística celeste” de la que suelen jactarse los corazones piratas. Es que la “B” perdía 0-2 con Atlético de Rafaela y era un manojo de nervios y un equipo incapaz de hilvanar la jugada más elemental, hasta que “ese no se qué” se apoderó de jugadores e hinchas, para convertirlo en un 3-2 justo y, sobre todo, necesario.

Era lunes y Belgrano jugaba a las 17.10, pero a nadie le importó encontrar una excusa para escaparse del laburo. El marco fue el mismo que los fines de semana, pero la nece­sidad de estar se potenciaba.

Es que hacía rato que los dirigidos por Ricardo Zielinski no pa­saban penurias y se había llegado a un punto de inflexión: los nueve partidos sin victorias en torneos locales y la temprana eliminación en la Sudameri­cana obligaban a pegar un “volantazo” para cambiar el rumbo. Sus hinchas así lo enten­dieron, pero no se contentaron con ser testigos, sino que quisieron ser parte de la reacción. Y vaya si lo lograron.
“En el primer tiempo, jugamos malísimamente. Pero la gente nos ayudó muchísimo.

En el momento indicado, en vez de criticar, alentó y eso sirvió. Les quiero agradecer”, dijo el DT, conmovido, después del ­partido. Su expresión fue todo un reconocimiento al hincha y, al mismo tiempo, un sinceramiento sobre la producción futbolística, que volvió a ser pobre. Es que a este Belgrano del “Ruso” todos le reconocen el orden, la concentración y el oportunismo, pero hace rato que esas virtudes se vienen desdibujando.

Ante la imposibilidad de recuperar mágicamente esos atributos (el entrenador tiene un largo trabajo por delante), el equipo tuvo que echar mano a otros, más ligados a lo actitudinal que a lo técnico/táctico, lo que en la jerga del fútbol cordobés se define como jugar “a lo Belgrano”.

Fue como si se hubieran disuelto los límites entre tribuna y campo de juego, en una comunión que fue decisiva para volver a sumar de a tres.

En honor a la verdad, el derechazo de Rodales, que puso a la Crema dos goles arriba, le “pegó mal” a una minoría. Desde la platea, algunos le reclamaron al DT por el armado del equipo y, desde la popular, un grupo esbozó un cantito para los jugadores; pero la abrumadora mayoría del estadio los tapó con su aliento ensordecedor. Si hasta el cemento tembló.

A partir de ese momento, todo cambió. Los goles, después de larga ausencia, llegaron en cantidad suficiente como para dar vuelta la historia (sólo tres veces antes, desde que ascendió, lo había logrado: 2-1 a Estudiantes y 3-1 a Banfield por el Clausura 2012 y 3-1 a Boca, por el Inicial 2012). A Ezequiel Maggiolo, un goleador de raza, la pelota lo buscó dos veces y, en ambas, la empujó a la red, cortando la sequía de los delanteros, que no habían convertido en lo que va del campeonato.

Y eso que la “B” desperdició varias situaciones como para ampliar la diferencia; pero sin sufrimiento no hubiera sido lo mismo.

Fue un triunfo del viejo Belgrano, el de épocas menos prolijas y de más necesidades. Una época de la que, por suerte, sólo heredó la “mística”.

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