TenÃa que ser el mejor jugador de Belgrano, el más viejo y el más talentoso. Luis Sosa, quien aportó algo de magia en medio de la oscuridad, convirtió el gol del final, el del desenfreno. El uruguayo se acercó a la pelota con la firme convicción de que sus pasos no serÃan en vano. Que el peso popular que cargaba en sus espaldas no era tan grande como para naufragar en el intento. Allà fue Sosa, nada de utopÃa, pura realidad. Fue gol, de penal. Y sirvió para que Córdoba volviera a tener dos equipos en la máxima categorÃa del fútbol argentino.
Aldosivi quedó rendido con la estirpe de los que respetan el buen juego. Intentó el milagro y no pudo, pero se fue aplaudido más por extraños que por propios. Claro, nunca apeló a la brusquedad o a la inconducta a pesar de todo lo que estaba en juego. La proeza se le esfumó porque no tuvo en cuenta que para ganar una gran batalla hay que hacer cosas importantes dentro del área rival. AllÃ, Marcelo RÃos estuvo demasiado solo como para hacer de Aldosivi un equipo recordable.
Los marplatenses controlaron la pelota y el territorio durante casi todo el partido. Le escaparon rápidamente al contexto de las tribunas pintadas de celeste y buscaron salir siempre con claridad. Jorge Solari ubicó a Ruiz, Serradel, Mónaco, Ortega y Lucero en el medio campo para controlar cualquier iniciativa de Belgrano.
Lo consiguió antes y después del dudoso primer gol del partido. El local nunca pudo desentrañar un planteo simple pero efectivo. Con esos cinco hombres, más el exquisito aporte de Pablo Corti, los marplatenses no pasaron grandes sobresaltos, aunque también olvidaron los caminos para llegar con contundencia al arco de Ragg.
Sólo fueron algunos intentos aislados de RÃos dentro del área, pero Ragg seguÃa amagando alguna gran atajada que nunca se concretaba.
Belgrano lucÃa desorientado. Sus marcadores centrales no hacÃan pie -sobre todo Garcete- y los volantes aportaban más voluntad que creación. Sólo aparecÃa, esporádicamente, Sosa, que frotaba una lámpara demasiado frÃa entre tanto desconcierto. Los delanteros se limitaban a correr pelotazos con destinos inciertos.
Al promediar el segundo tiempo, a los marplatenses les llegó la hora... y a Belgrano y al partido también. Solari puso todo lo que tenÃa a mano para buscar el milagro; primero ingresó Rizzo y luego se jugó con Balmaceda y Hormaechea. Aldosivi fue al ataque sin miramientos y amenazó a su rival.
El técnico de Belgrano cambió volantes por delanteros y aparecieron Torres y GarcÃa. En el juego de las sustituciones salió victorioso Ricardo Rezza, porque a cinco minutos del final, el gol de Torres hizo pensar que el asunto estaba terminado. Sin embargo, Corti reavivó la ilusión y convirtió el tanto del descuento, con lo que se instaló nuevamente la incertidumbre en el estadioCórdoba. Pero fue sólo un momento.
Como no muchas cosas resultan casuales en el fútbol, el destino premió al uruguayo Sosa, quien con su disparo cerró una parte de la historia-digna y emotiva, que quedó con Aldosivi- y abrió otra, la de Belgrano, plena de desafÃos. Y con la imagen clara del horizonte tan soñado.
Por Enrique Vivanco