Belgrano no se adaptó y perdió | Club Belgrano de Córdoba

Sin noche, Teté. El volante celeste la pelea ante Lanzini y Vangioni, autor de un golazo (Javier Ferreyra).

Le cambiaron el libreto y se perdió. Le dieron una responsabilidad que le resultó ajena y la despreció. Tras un primer tiempo dentro de los planes, Belgrano se desarmó en el complemento, el cual lo jugó casi en su totalidad con un hombre de más, y acabó siendo derrotado 1-2 por un River que, estudioso de la teoría darwiniana, se adaptó más rápido a las circunstancias y se erigió como el ser superior.

Despacito, con paciencia de artesano, Belgrano fue tejiendo desde el amanecer del partido su telaraña. River, iluso, creía tener el control del juego por el mero hecho de ganar en la obsoleta estadística de la posesión, pero, casi sin darse cuenta, fue cayendo en el plan pergeñado por Zielinski. El Pirata recurrió a sus propias bases: esperar, robar y salir. Así, le cedió la pelota a su rival, que intentó lastimar por los costados, pero Vangioni y Sanchez no pudieron lanzar un centro que llegue a Trezeguet. Mientras, Mora y Lanzini, incómodos, no podían hacer pie porque el fondo celeste tenía el nivel de concentración elevado al máximo.

A los siete minutos, el Picante Pereyra materializó la llegada más clara de la primera etapa, tras conectar de cabeza un centro preciso de Velázquez que se estrelló en el travesaño ante la impotente mirada de Barovero que, por las dudas, ya había sacado a flamear la bandera blanca. No hubo mucho más en la primera etapa. River, con sus referentes de juego apagados, se fue muriendo en su propia previsibilidad. Por su parte, Belgrano aguardaba el momento justo para sacarse el cuchillo de los dientes y meter la estocada letal, pero así como la última línea hacía su trabajo a la perfección, Pereyra y Aquino, desconectados, no pudieron quedar nunca de frente al arco Millonario y los avances se diluían antes de tomar forma.

La expulsión de Ponzio por una agresión a Pereyra sin pelota, al minuto del complemento, modificó abruptamente el paisaje que ofreció la primera mitad. Con más espacios por delante, la escuadra de Alberdi tuvo que, a la fuerza, hacerse cargo del juego.

No obstante, fue el visitante quien, alquilando por un rato la fórmula Pirata, produjo mayores acciones de ataque. Así, despacito y con paciencia de artesano, River dejó de merodear el área contraria y fue al hueso sin eufemismos. Vangioni interpretó con corrección el concepto y a los 23 sacó un misil de afuera del área que se metió con violencia al lacito del palo izquierdo que cubría Olave. Con uno menos, el Millonario abría el marcador y mojaba con agua helada a tres cuartos del Kempes.

Zielinski, pretendiendo ganar en velocidad y en juego, metió a Mansanelli y a Márquez, provocando que su clásico dibujo mute a un 3-4-3. Sin embargo, como se sabe, poner más hombres en ataque no necesariamente se traduce en mayor peso ofensivo. El local, que acusó una alarmante carencia de ideas, se repitió en centros desde los costados que se perdían en la intrascendencia. Y allá iba Belgrano, con amor propio pero sin estar convencido del nuevo rol que obligadamente tuvo que tomar tras la expulsión. Por la ansiedad de buscar el segundo antes que el primero, el Pirata fue dejando huecos absurdos en el fondo. En una de esas, Funes Mori peinó un pelotazo largo, Luna, que hacía minutos había entrado, recibió, se perfiló, esperó y definió. El 2-0 fue un golpe que hundió al local, cuya reacción, movilizada por la garra y la vergüenza deportiva, se tradujo en el descuento de Farré.

Hace muchos años, Charles Darwin postuló la teoría del más apto, según la cual afirmaba que los seres superiores serían quienes se adapten con mayor rapidez a los cambios que se producían en su propio entorno. Belgrano deberá releerlo varias veces si no quiere repetir lo ocurrido anoche.