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Ay que loco que estoy
10/12/2012 09:58hs
Dario Soldano | PortalCeleste
dariocab@portalceleste.com.ar


Foto: Dia a Dia
Foto: Dia a Dia

Es difícil hablar de despedidas un sábado a la tarde cuando la boca tersa de una botella partida al medio empapa los labios de sangría caliente.

Vas llegando al estadio y lo mirás allá abajo, distante, pintado de cielo por todos los costados y vos cerras los ojos tratando de dibujar en el recuerdo cuando bajabas por la Orgaz para jugar con Tiro; cuando no había más opciones que ganar. Y te acordás, claro que te acordás, porque nunca te olvidas de donde venís, vos sabes bien quien sos.

Mientras el Kempes se agiganta a cada paso, recorres la cara de la gente, los miras a los ojos buscando la complicidad del amor, la pasión desaforada de los colores que se confunden con el cielo, los querés abrazar para no llorar en soledad, porque las lágrimas que te recorren el rostro no te avergüenzan, y llegar solo a la cancha te llena el corazón. Querés agarrar a los pibes y hablarles del viejo Alberdi, de la revolución.

Y cuando entrás a la cancha te sumergís en los bombos y las trompetas, en el fragor de la canción, lo cotidiano de la vida se detiene, se abre una brecha de tiempo dentro del tiempo y volvés a ser feliz, otra vez, como hace una semana con Tigre, o hace un año cuando el Mudo arrodillado con la camiseta en el rostro te decía adiós , y miras las manos de todos que se mueven como en cámara lenta, y las banderas que despeinan a las nubes, ascienden al cielo y la tribuna se eleva; es carnaval porque nunca antes el momento fue mejor.

Y entonces rompes en llanto viejo, porque este es el presente y no hay más futuro que el del verso que sigue en la canción de los piratas y no sabes que va a pasar el año que viene, no sabes si vas a estar vos, si va a estar el de al lado, si el Picante la va a meter de nuevo o si Farré va a aceptar quedarse a vivir en el equipo; no sabes y te importa un carajo porque Belgrano está de fiesta y porque te explota el pecho de la emoción. 

Penal y lo ves al Chiqui que va al trotecito como iba en el barrio. Te querés tapar los ojos pero no te sale, ya no sos dueño de tu cuerpo, tus manos se agitan al compás de la canción, las piernas se despegan del suelo y caen los talones de miles que son millones para que el Kempes tiemble.

Gol.

La cordura se te escapa, se escurre como arena entre los dedos, perdés la cabeza y no sabes cómo hacer para decir gracias a esos jugadores que se vistieron la camiseta de la revolución y le pusieron el corazón al aparato de lo imposible ni a ese cuerpo técnico que siempre entendió que el éxito era solo una consecuencia del trabajo, o quizás a ese presidente que manejó los bolsillos de tu esperanza para devolverte la alegría, esa misma alegría que es el alma de los pueblos, la virtud de los que entienden de que se trata vivir.

Y es entonces cuando en tus labios suena la despedida, porque no importa si se va a repetir o  si alguna vez va a ser mejor. Importa que fue hermoso porque pasó.

Enviado por Gabriel Moroni (piratamoro)

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