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Belgrano, no hay mal que dure un año

Día a Día | 10/09/2012


Eran nueve y sin embargo parecían más. Muchos más. ¿Cuántos? Los 30 mil que bramaban desde las tribunas para sostener a esos nueve que se multiplicaban para que no se notara la diferencia numérica, que generalmente resulta letal cuando tenés dos menos. Pero Belgrano puso el pecho, ese pecho ancho, esa estirpe espartana, guerrera, que lo agranda en la adversidad, que los planta como en “300”, contra miles. Contra el Racing que llegaba invicto, contra las expulsiones, contra el mundo.

Ganó Belgrano en una tarde noche memorable. Porque había que hacer memoria para encontrar el último triunfo en el Kempes, hace casi un año atrás y curiosamente contra el otro equipo de Avellaneda (el Rojo). Ahora podrán pasar muchos más (ojalá que no), y nadie olvidará esta victoria sobre Racing. Conseguida y merecida con once, con diez y con nueve. Porque el celeste siempre quiso más, desde ese primer tiempo parejo en el que marcó una leve superioridad atacando por izquierda, con Velázquez y Quiroga (sí, Quiroga), frente a un rival entonado que no encontró a Camoranesi ni a Villar, y sólo inquietó con el Wachiturro Centurión (problema insoluble para Barrios) y con la única clarisa que tuvo Sand y que no supo resolver sólo ante Olave, tirando un centro atrás cuando era remate al arco.

En cambio, Belgrano fue y fue por la movilidad e insistencia de Carranza y Melano, y ambos se lo perdieron en al misma jugada tras un centro rajante de Velázquez. Y por esa franja vendría el negocio, porque Quiroga (sí, Quiroga), le quemó las manos al sobrio debutante Galanternik y el rebote le quedó a Carranza para el 1 a 0 clave, al cierre del primer tiempo.

Los de Zielinski no se conformaron y en la segunda etapa siguieron siendo superiores. Melano, indomable, obligó a Galanternik a su mejor atajada del partido, pero en la acción inmediata se fue expulsado Zapata, incorrectamente. Con uno menos, Belgrano no se desordenó y sin embargo, habría una prueba de fuego más. Cinco minutos después Barrios cerró una tarde para el olvido y vio la roja. Con nueve para defender y media hora para aguantar frente a un Racing que tiró todos los delanteros posibles a la cancha.

La heroica. El Pirata se abroqueló en el fondo, con esa especie de calma inmutable que transmite Zielinski. Fue compacto y solidario para tapar huecos. Y con esa hombría disimuló que le faltaban dos hombres, impidiendo que la Academia se le venga encima.

Es cierto que Olave le ahogó el grito del empate a Cámpora, tapando con el cuerpo agigantado todo el arco. Y que Velázquez, en su versión defensiva, sacó en la línea lo que también tenía destino de red.

Como es verdad que Belgrano no se resignó sólo a guarecerse, y con el efecto multiplicador por las corridas de Melano (ya en el rol de llanero solitario por la salida de Carranza en la primera ovación de la noche), por la lucha inclaudicable de Farré y Pittinari; por la trinchera que cavaron el Chiqui y Aveldaño en torno a su área y por la enjundia, esta vez sin descontrol, de un Quiroga que se fue ovacionado (sí, Quiroga), el celeste estuvo tan cerca de aumentar como la visita de empatar.

Y es que Racing no encontró nunca por donde hacer pesar la superioridad numérica y debió rendirse como lo hizo Camoranesi al salir reemplazado y Villar, su otra guitarra, quien apareció en cuentagotas como en la habilitación a Sand en el primer tiempo. Poco para un equipo que se armó para ser protagonista.

El Belgrano de la gente. Transcurrió mucho tiempo, demasiado. Pasaron las cuatro estaciones, de víspera de la primavera a otra vez septiembre en el calendario. ¡Hubo que esperar tanto para volver a cantar victoria en el Kempes!

La compensación llegó en formato de PARTIDO INOLVIDABLE. Porque Belgrano volvió a ganar en un reducto que le resulta esquivo y lo hizo con la mística que tanto identifica a su gente, frente a un rival que es candidato y venía invicto con staff de figuras.

Las tribunas se conmovieron primero por el festejo del gol, después por la rabia de otro arbitraje controvertido, enseguida para apuntalar al esfuerzo de su equipo y finalmente para liberar el grito. Porque alegrones así hacen que la espera, aunque sea de una año, valga la pena.

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