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Belgrano no se mancha

Día a Día | 06/08/2012


Festejo. Melano (26), Aquino, Mansanelli (de rojo), Martín (atrás), saludan a los hinchas.
Festejo. Melano (26), Aquino, Mansanelli (de rojo), Martín (atrás), saludan a los hinchas.
Belgrano no se mancha. No cambia. No se muere. No se caga. No pierde. No claudica. No se traiciona. Soporta. Resiste. Sufre. Llora. Es el de siempre. El del pasado. El del presente.

Y el presente empezó ayer, en el Monumental. Con una victoria de las que cuentan los borrachos en un bar. Y uno les cree por lástima. O porque uno necesita llenar el alma. Pero esta vez es verdad: 2-1 ante River y escribió otro renglón en la historia de su vida.

Belgrano no arruga. Belgrano jamás se rinde. Belgrano tiene nombre propio. Se lo dejó clarito a River y a su DT Matías Almeyda. Tiene identidad, se mira en el espejo y sabe quién es. Belgrano no se miente. Sabe cuánto tiene, cuánto no. No se hace el lindo. Pero tiene calle, barro, parla, huevo. Belgrano es un equipo arrabalero, capaz de apuñalarte cuando baila un lento. Tuc. Directo al corazón. La punta para arriba. Con Melano de atropellada, con Carranza pícaro para asestar el golpe.

Pero no es sólo huevo. Tiene orden táctico, una estructura coordinada. Efectividad. Aunque el Ruso lo diga de otra forma: “Tuvimos orden, salió el partido que planificamos dentro de todo. Fuimos inteligentes. Y claro, este equipo va a poner todo, tiene una garra propia y quedó a la vista”, diría en los vestuarios.

Distintos, iguales. Del 11 Pirata que salió a la cancha, sólo tres jugadores estuvieron en el ascenso, el 26 de junio de 2011: Olave, Turus y Farré. Y el resto se contagió de ese heroicidad en bancar la parada.

Velázquez corrió con el corazón, Zapata fue un subte (aunque en Baires estuvieron de paro) y no paró nunca. Porque Turus-Rodríguez amedrentaron a todos. Porque el pibe Melano es un viejo con proyección. Y Barrios le puso calle y nombre a su sector. Y Olave, lleno de virtudes, también exacerbado, se puso de pie para esperar el fusilamiento. No se puede olvidar al rudo de Juan Quiroga. Se raspó el corazón, se partió en cuatro con tal de frenar a Trezeguet y compañía.

Se equivocó Matías Almeyda, el DT de River, al querer jugar contra Belgrano. Todos pensaban que aquel partido de la Promoción no se daría de vuelta. El Millo lo esperaba frotándose las manos. Pensó que esta vez no le iba a faltar el respeto. Y la “rabia” confesada por Almeyda en la previa jamás se exteriorizó. El veneno para dar lo consumió sin prisa, en forma agónica e implacable.

Sí, Belgrano sabía todo esto. Presionar, no dejar pensar, correr, ensanchar la cancha. Pero el fútbol es una obra de teatro donde los guiones lo escribe le destino. Y puso un penal a poco del final. Nadie quería verlo. Salvo el Ruso: “Lo vi desde el túnel. Más allá de esa situación, lo teníamos controlado, ellos no tuvieron juego. Ganamos con nuestras armas”, sostuvo.

¿Y Juan Martín? Lo echaron a Olave. Ya no había cambios y él se calzó los guantes (justo en el mismo día en que supo debutar un tal Hugo Orlando Gatti).

Belgrano no se mancha. Aunque esto recién empiece. Pero no es poco demostrar que para voltearlo van a tener que molerlo. El Belgrano de siempre no se mancha. Y te apuñala, bailando un lento.

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