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Farré y el ascenso de Belgrano: Fue un premio por no bajar los brazos

La Voz del Interior | 26/06/2012


En la tranquilidad de su casa, Farré repasó junto a Mundo D un gol histórico.
En la tranquilidad de su casa, Farré repasó junto a Mundo D un gol histórico.
La llegada de su hijo Salvador, que nació cuatro meses antes de aquellas “finales” ante River, fue una premonición de los buenos tiempos que venían para los Farré. Guillermo, uno de los puntales de Belgrano, sabe que aquel gol en el Monumental le dio “un nombre en el fútbol argentino”, pero sus prioridades no cambiaron.

Mantiene la humildad con la que dejó Colón,en la provincia de Buenos Aires (“el lugar que me va a cobijar siempre”); el sacrificio que lo llevó a recibirse de administrador bancario en Rosario y la constancia que lo convirtió en jugador de Primera División.

“No lo imaginé, pero lo soñé”, asegura el volante pirata cuando habla de su presente. Hace cinco años que está en Belgrano y está más que agradecido. “El ascenso fue un premio por no haber bajado los brazos. Antes pasamos por dos promociones seguidas (ante Racing y Rosario Central) que, para mí, no merecimos perder, pero las perdimos”, dice para graficar el proceso que vivió desde que desembarcó en Alberdi, iniciando un diálogo distendido con Mundo D.

–¿Cuál fue la sensación al enterarse de que el rival era River?

–Fue rara. En parte porque en mi familia todos somos de River, pero fundamentalmente porque nos tocaba otro grande en el camino y pensamos que el destino se confabulaba para que no ascendiéramos. Pero, bueno... al final nos vino bien porque nos potenció. Al otro día, ya trabajamos pensando que era el mejor rival que nos podía haber tocado, porque no estaba acostumbrado a jugar promociones.

–Eso se notó en el primer partido, en el Gigante...

–Es que nos plantamos sabiendo qué era una promoción. Y River nos subestimó, porque no tuvo la agresividad que se necesita en esas instancias. Conseguimos un triunfo claro, pero no disfrutamos de ese triunfo, porque un 2-0 contra River no nos garantizaba nada.

–¿Pesaban todos los rumores extrafutbolísticos?

–Nos llegaba cada comentario que, si los creíamos, no valía la pena ni presentarnos a jugar. Pero todo eso nos fortaleció más y dentro de la cancha quedó demostrado. La noche previa al partido, antes de dormir, me acuerdo que abrimos las ventanas y se escuchaba a los hinchas de River. Después no escuchamos más nada, hasta que a las cuatro hicieron saltar la alarma del hotel. Ahora, cuando analizo el partido, me doy cuenta de que tuvo todos los condimentos: el gol tempranero de River, el penal que no le cobraron a Pavone, un árbitro amenazado en el entretiempo, el gol mío, el penal que ataja “Juanca” y el final con un estadio en llamas.

–Aquel gol, ¿marcó tu carrera?

–Fue el gol que inscribió mi nombre en el fútbol argentino. Hasta ahí, la realidad es que vos decías “Farré” y tenías que buscar dónde jugaba. Después de ese gol, me siento reconocido. Lo primero que pensé cuando me quedó la pelota fue en no errarle. Le pegué con los dos pies en el aire porque no llegaba de otra forma, pero no bien le entré me di cuenta de que iba adentro.

–Cuando Pezzotta lo suspende, ¿inmediatamente cayeron en la cuenta de lo que había pasado?

–Uno lo dimensionó mucho después. Me acuerdo que el trayecto desde la cancha hasta el túnel fue un infierno. Queríamos festejar pero no podíamos, porque te tiraban de todo. Pero, cuando entramos al túnel, pasamos al paraíso. No había una cara que no manifestara felicidad plena. Sonrisas, abrazos, llanto... Fue pasar del infierno al cielo, literalmente. Esa fue la sensación más linda que viví en el fútbol.

–¿Cuál fue el clic que hizo el equipo, con la llegada de Zielinski, para transformar su realidad tan diametralmente?

–Soy de analizar mucho las situaciones grupales y te aseguro que siempre hubo muchas ganas de sacar las cosas adelante, pero cada uno lo hacía a su manera, en forma individual y no en función de grupo. Pero se ve que, después de tantas charlas y reuniones, algo tocó la fibra íntima del grupo y empezamos a pensar todos en lo mismo. En ese momento llegó Ricardo (Zielinski) con la misma idea. El técnico es el que te ordena y tuvo la virtud de convencernos de lo que él piensa. Eso es fundamental. Hoy, el vestuario de Belgrano es humilde, luchador y solidario. Y el que se suma tiene que acompañar; porque, si no, por ahí queda al margen. La historia de este club te permite tener partidos malos; pero lo que no te permite jamás es dejar de entregar todo.

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COMENTARIOS

Usuario: Anonimo
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Usuario Registrado Pirata1972 - 201.213....
Sos un grosso Guille
28/06/2012 06:26

 
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