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Belgrano, a un año del histórico ascenso ante River en el Monumental

La Voz del Interior | 26/06/2012


Farre acaba de convertir lo que fue el 1-1 en el Monumental. ¡Histórico!
Farre acaba de convertir lo que fue el 1-1 en el Monumental. ¡Histórico!
Si te lo cuentan, crees que fue una película. Y de las buenas para los amantes del género que alterna acción y suspenso. El desenlace no dejaría a todos contentos: en un Monumental herido, que exudaba su impotencia en cada rincón, los cuatro mil piratas eran un manchón celeste que late cada vez más fuerte.

Hasta que Sergio Pezzotta, el árbitro, hace la seña de “no va más” y las emociones se profundizan. Algunos creen que, como en el cine, todo terminará cuando se enciendan las luces. Pero no. La “película” se hace carne y lo ha cambiado todo:Belgrano jugará en la A; y River Plate, en la B.

Pasó hace un año, pero ningún testigo lo olvidará jamás. Ni el destino incierto, ni el tiempo veloz podrán borrarlo. El 1 a 1 en Núñez, que había tenido su primer capítulo en el 2-0 para el Pirata en Alberdi, dejó una marca inviolable.

Para la prensa cordobesa la experiencia también fue singular. Mandados a trabajar a la bandeja intermedia de la platea Belgrano, casi abajo de los hinchas de la “B” y apenas arriba de los plateístas “millonarios”, la irrenunciable tonada no tardó en delatar nuestro origen. Con la furia desatada en las tribunas y el caótico final, hubo que levantar las cosas en absoluto silencio y empezar a recorrer los largos pasillos del Monumental, donde “el horno tampoco estaba para bollos”.

Hasta que, a las puertas del vestuario visitante, la tensión acumulada se canalizó en gritos, abrazos y esa inusual sensación de que no habíamos presenciado un partido más, entre tantos. Algo especial acababa de suceder.

 

El final, un comienzo
Aquella épica jornada, hace justo un año, se había iniciado con hostilidades para los jugadores celestes. Una nutrida presencia de hinchas de River, a las puertas del hotel NH City, donde se hospedaban las huestes de Zielinski, tenía la misión de no dejar dormir a Belgrano. Desde el interior del hotel, alguien activó la alarma incendiaria y los jugadores interrumpieron su sueño en plena madrugada.

Sin embargo, Belgrano llegó fortalecido al Monumental. La adversidad, amplificada por el mensaje que los medios porteños se habían encargado de instalar (“River no puede descender”), los había hecho fuertes.

Lo demás es la historia conocida: el gol de Pavone, la controvertida actuación de un árbitro amenazado, el gol de Farré, el penal que atajó Olave, la violencia que se extendió a la calle y la felicidad plena de los piratas que tocan el cielo.

Parecía el final, pero era un comienzo. Es que Belgrano, con la misma humildad e idéntica convicción, edificó una muy buena campaña, como para dejar en claro aquello de que es “de Primera y de Primera no se va”. Sus hombres, los que escribieron a fuego la historia y otros que se sumaron después al proceso, pasaron a tener un nombre propio en la escena del fútbol nacional y se ganaron el respeto de todos.

El que pasó fue un año inolvidable para el Pirata y su gente, pero nadie se anima a aventurar que el ciclo está completo. Quién sabe. Quizá este Belgrano siga generando historias que merezcan ser contadas.


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